La revolución de los no convencionales ha permitido a Estados Unidos lograr la autosuficiencia energética. Sin embargo, la independencia energética es inalcanzable, dada la interdependencia de los mercados energéticos mundiales. Los cambios en el escenario geopolítico serán limitados.
En los últimos años, la revolución no convencional en Norteamérica ha supuesto una transformación de la geopolítica de la energía. La narrativa del “poder duro” no convencional de Estados Unidos se ha impuesto a la alternativa europea del “poder blando” de las renovables, lo que ha generado numerosas y diversas lecturas de las implicaciones estratégicas del auge del shale gas y el tight oil. Las dos más populares son la que augura el advenimiento de la independencia energética de EE UU y la que argumenta que ello aboca a los productores convencionales tradicionales poco menos que a la papelera de la geopolítica mundial de la energía de manera casi fulminante.
Ambas lecturas deben matizarse, distinguiendo independencia de autosuficiencia, el impacto diferencial sobre los mercados del petróleo y los del gas, y el hecho de que el grueso de la producción y las exportaciones de hidrocarburos sigan en manos de los productores convencionales, muchos de los cuales además albergan grandes reservas no convencionales. Este artículo aborda primero la tesis de la independencia energética estadounidense, contraponiéndola a una transformación de su pauta de interdependencia. A continuación, relativiza el ritmo y el alcance de la supuesta pérdida de importancia de los productores convencionales y tradicionales, con énfasis en Oriente Próximo y el norte de África. La conclusión esboza algunas implicaciones, tal vez poco (no) convencionales, para Europa.
EE UU y el mito de la independencia energética
La primera interpretación consiste en prever que EE UU tenderá a reducir su interés por proveer seguridad energética a nivel global. Este impacto tiene límites claros, en…