POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 133

La señora Haidar. Copenhague

Editorial
 | 

España acaba de sufrir tres golpes seguidos: el asalto al Alakrana por piratas somalíes; el secuestro de tres cooperantes españoles en Mauritania; y la huelga de hambre de Aminetu Haidar. Los tres han caído sobre los hombros del ministro de Asuntos Exteriores. Creemos que la señora Haidar se ha considerado atropellada por el Estado que invadió su país. Pero hay dudas sobre si el Sahara Occidental era efectivamente un país. Al cabo de 34 años de la Marcha Verde, Marruecos no acepta que se niegue su soberanía en esa franja atlántica del Sahara, un territorio de casi 300.000 kilómetros cuadrados, cuyos dos tercios han sido ocupados, desde hace más de 30 años, por el ejército marroquí.

El origen del territorio es confuso, pero es seguro que Marruecos no es soberano jurídicamente en él. Ninguna noción de soberanía se aplicaba en la región. El mundo árabo-bereber, tradicionalmente reacio al concepto de frontera, nunca fijó límites en el desierto. España delimitó cuidadosamente el territorio. Permaneció en el Sahara 92 años, de 1884 a 1976.

La agonía del octogenario general Franco fue de inmediato utilizada por el rey Hassán II. Una multitud de 200.000 civiles marroquíes invadieron la parte norte del Sahara occidental. La violación de una frontera es uno de los actos de máxima violencia en el Derecho Internacional. Se ha especulado con la utilización del pleito saharaui, destinado quizá a cubrir problemas internos. La presencia española logró durante casi un siglo dotar a la pequeña población de asentamientos estables, escolaridad, sanidad, electricidad y agua. Pero es evidente que en 1975 España puso de lado sus deberes de potencia administradora. Nadie, salvo los tribunales de justicia, puede lavar de culpa a un individuo o a un Estado cuando incumple las normas que se ha reconocido obligado a cumplir.

Las Naciones Unidas han…

PARA LEER EL ARTÍCULO COMPLETO