Los colaboradores de este número de Economía Exterior no aprecian riesgos de carácter sistémico en el corto-medio plazo en la evolución de las transaccciones internacionales. No obstante, desde el FMI y la OMC se han identificado algunas señales de alerta. En efecto, el ritmo de crecimiento de los intercambios mundiales de mercancías es inferior al del producto. Algo que no había sucedido en los últimos decenios. Por otro lado, los mensajes proteccionistas-nacionalistas son ya incluso moneda corriente entre los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos.
Los efectos del Brexit, otra señal de alerta, todavía no se han manifestado, mientras que la evolución de la balanza de pagos de España está demostrando una salud excelente. En el primer semestre de 2016 se ha registrado un superávit en su cuenta corriente (saldo de ingresos y pagos por exportaciones e importaciones de bienes y servicios, así como rentas de capital y transferencias) de 6.300 millones de euros frente a 1.000 millones en 2015, lo que permite estimar un superávit para 2016 del orden del 1,8 por cien del PIB.
No hay nubes en nuestro horizonte exterior, pero sí algún patito feo. Las cifras del comercio exterior de julio no confirman la buena marcha de las exportaciones y registran un descenso interanual del nueve por cien, y aunque un mes tampoco explica el año, las exportaciones en el periodo enero-julio se han mantenido prácticamente estacionarias respecto a 2015. El saldo comercial mejora pero es debido a la mayor caída de las importaciones, un 12 por cien en julio y un 2,3 por cien en los primeros siete meses de este año. El descenso en la factura importadora está estrechamente relacionado con los precios de los hidrocarburos, hasta el punto de que el saldo exterior energético de España se ha reducido en un…