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Mujeres, ciudadanía plena

Carta a los Lectores
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Madeleine Albright nacida checa, primera secretaria de Estado mujer en Estados Unidos, dijo aquello de que “el mundo estaría mejor si estuviera dirigido por mujeres”. Clara Campoamor, madrileña y campeona del voto femenino en España, clamaba en el Congreso de los Diputados: “Solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común y no podéis venir aquí vosotros a votar, legislar sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”. Hace 500 años, Teresa de Ávila nacida con el instinto de la escritura, escribe a sus carmelitas descalzas: “Ansí como dicen que ha de hacer la mujer, para ser bien casada, con su marido, que si está alegre se ha de mostrar alegre y que si está triste, aunque no lo esté, triste. ¡Mirad de qué sujeción os habéis librado, hermanas!”. Teresa va más allá: advierte a las religiosas que no deben hacer lo mismo que los nobles que “viven en unas moradas suntuosas construidas porque se ha privado a los pobres de lo que necesitaban” (Camino, capítulo II). Ni discriminación de género ni discriminación social, feminismo y cristianismo avanzando de la mano.

El mundo sí tiene dirigentes mujeres, pocas. En Reino Unido y Alemania. Presidentas en India, Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka, Filipinas. En la actualidad tres presidentas en América Latina, Argentina, Brasil, Chile, además un 23 por cien de ministras en sus gobiernos, frente a un 16,75 por cien mundial. Otra cara, sin embargo, menos amable: los flujos migratorios constituidos por mujeres superan el 48,2 por cien del total, con dos contingentes muy destacados, el de América Latina-Caribe, el 57 por cien de las mujeres emigrantes, y el de Asia Oriental, el 46 por cien. ¿Qué destinos y qué empleos? Las llamadas “3 D”, por los norteamericanos: Difficult, dangerous, dirty, difícil, peligroso, sucio. La relación de géneros entre los migrantes subraya la feminización de la pobreza; una discriminación más dolorosa que la que afecta a las mujeres nativas. También una discriminación atroz allí donde las guerras y rivalidades étnicas y religiosas provocan la huida de mujeres, yazidíes desde Irak o sudanesas hacia Darfur, que escapan de la esclavitud sexual cuando no de la muerte.

La relación de géneros, especialmente en el tercer mundo, sigue siendo abrumadoramente desigual para el acceso a los puestos de trabajo. La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, advertía este mes de marzo en Nueva Delhi sobre la enorme oportunidad perdida por la Unión India a causa de la escasa participación de las mujeres en su mercado laboral. En efecto, solo un 33 por cien frente a una media mundial del 50 por cien y del 63 por cien en los países del sureste asiático. Observación que trasladada al primer mundo sería: ¿por qué las mujeres con estudios y una preparación académica equiparable a la de los hombres tienen un acceso más difícil al mundo laboral? ¿Por qué sus categorías profesionales se frenan a medida que ascienden en las escalas de responsabilidad? ¿Acaso les cuesta más a las mujeres adaptarse a una cultura empresarial o es la propia cultura empresarial la que impide el reconocimiento de sus méritos y habilidades? En España solo un 31 por cien de mujeres forma parte de los consejos de administración de las empresas cotizadas en el Ibex y un 26 por cien en las no cotizadas.

Las chicas obtienen por lo general mejores calificaciones académicas que los chicos que, sin embargo, las superan en matemáticas y en disciplinas y habilidades relacionadas con las tecnologías y la informática. Una brecha visible en la utilización y el dominio de las técnicas de Internet, incluso en los ámbitos en los que se registra una superioridad numérica femenina. La diferencia es todavía más significativa en los países en vías de desarrollo, lo que replantea el interrogante repetido sobre la igualdad de oportunidades entre los géneros. Quizá también aquí influyan los obstáculos institucionales y culturales. Ahora bien, si no es a través de Internet ¿cómo conseguirán las mujeres cubrir este desfase tecnológico? La oportunidad es única para conseguir la igualdad de géneros: “HeForShe” que planteó Emma Watson, (la hermosa Hermione de la saga cinematográfica Harry Potter) en ONU Mujeres. Uno de esos momentos mágicos en que una propuesta encuentra su tiempo y su lugar.

Aguas turbias con la violencia de género. En España y bajo el lema Hay Salida, la Ley de Protección Integral de 2004 está siendo fundamental para, si no erradicar, sí disminuir el maltrato contra las mujeres. Quedan sombras, sin embargo. En 2014 fueron asesinadas 53 mujeres. El 80 por cien de las víctimas mortales no había denunciado la situación que sufría. Tampoco la familia del maltratador colabora con las mujeres denunciantes y en muchos casos le recriminan su actitud. Muchas adolescentes no siempre comprenden que los celos nada tienen que ver con el cariño, ni entienden cómo la violencia que se ejerce contra sus propias madres es una peligrosa advertencia de la que ellas mismas podrán sufrir.

El desarrollo de políticas públicas, inteligentes y eficaces es todavía un capítulo no concluido que debería facilitar no solo el acceso de las mujeres al mundo laboral, incluido el emprendimiento, sino articular la conciliación del trabajo con la vida familiar. La mujer alumbra pero también es la cabeza de familia, el sostén material y la principal referencia en la educación y socialización de sus hijos. El núcleo desde el que se irradia el cariño necesario para una vida social satisfactoria y capaz de impulsar la cooperación.

Conciliación entre familia y trabajo: horarios compatibles; servicios públicos vinculados a la atención de la prole como guarderías gratuitas al igual que se ofrece con la educación primaria; un diseño paritario de permisos parentales; modalidades de tributación que habiliten bonificaciones o subvenciones para las familias monoparentales o para resolver aquellos casos en que una parte de la pareja sufre una incapacidad manifiesta. Muchas son estas deficiencias y mientras no se corrijan las mujeres no dispondrán de una ciudadanía plena.

La cuestión clave no es si las mujeres conseguirán superar la discriminación profesional y social disfrutando de las mismas oportunidades que los hombres, sino cuándo estas medidas se pondrán en práctica para alcanzar esa meta en un futuro no lejano sino inmediato. “Mañana es otro día”, decía Scarlett O’Hara: “No. Mañana no es otro día, mañana tiene que ser hoy”.