François Hollande y Nicolas Sarkozy encarnan la división tradicional entre izquierda y derecha francesas. El candidato socialista apuesta por retomar la iniciativa política en materia de impuestos, inversiones y regulación para que la UE no esté a merced de los mercados.
Dos personalidades muy diferentes, Nicolas Sarkozy y François Hollande se enfrentan por la presidencia de Francia. A uno de ellos, el presidente saliente, lleno de energía, impulsivo y a veces brutal, no le preocupa la coherencia y se vale de cualquier recurso para ocultar su balance y recuperar los votos de la extrema derecha. Hollande, tranquilo, de una serenidad a toda prueba, ha presentado un proyecto coherente que contiene propuestas precisas, y se labra su camino rechazando cualquier tipo de demagogia. El contraste es sorprendente. Y resulta igual de sorprendente, si no más, en los proyectos, ya que también se proponen a los ciudadanos dos conceptos opuestos de la sociedad, del futuro de Francia y de Europa.
Las diferencias son evidentes en el papel del Estado y del presidente de la República, así como en el lugar de Francia en Europa y el mundo, en un periodo peligroso y un contexto de intranquilidad. Los desafíos relacionados con la justicia social, la recuperación económica de Francia y la consolidación de Europa son elementos centrales de las propuestas del candidato socialista, mientras que los relacionados con la identidad o la inmigración, asuntos tradicionalmente apreciados por la extrema derecha, son elementos centrales del presidente-candidato. De hecho, en este duelo anunciado, observamos los indicadores de la división tradicional entre izquierda y derecha francesas…