POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 200

Cartelera del Cine del Callao en Madrid, en junio de 1956. THURSTON HOPKINS/HULTON ARCHIVE/GETTY

Dos películas y el nodo

EEUU ha perdido buena parte del atractivo acumulado tras la Segunda Guerra Mundial. Hoy China se presenta, gracias a su capacidad de gestión y resultados, como una alternativa.
Eugenio Bregolat
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Durante mi infancia y primera juventud, en mi pequeña y vetusta ciudad pirenaica solíamos pasar las tardes de domingo en uno de los dos cines, el de arriba o el de abajo, pegados a la pantalla, siempre que fuera “autorizado para menores”, claro. Ponían dos películas y el nodo. Este se proyectaba al final de la primera película, antes del descanso, y era un instrumento importante en la propaganda del régimen: Franco inauguraba otro pantano, la turista un millón, el Real Madrid ganaba su quinta copa de Europa… La mayoría de las películas eran americanas, de Hollywood. Las que no eran del Oeste mostraban los Estados Unidos de su tiempo, la sociedad de consumo: coches despampanantes al alcance de todos, circulando por autopistas de muchos carriles; barrios de chalés ajardinados; profusión de deslumbrantes electrodomésticos, entre ellos la televisión en color, un sueño lejano en España. Se popularizó la expresión “teléfonos blancos” –aquí eran invariablemente negros– como símbolo de la “sociedad opulenta”, del no va más. Un emigrante llegaba a EEUU y, si era trabajador, se le ofrecían oportunidades para integrarse rápidamente en la clase media, que formaba la gran mayoría del país.

El “ascensor social” estaba bien engrasado. América predicaba con el ejemplo. El “sueño americano” lo integraban la riqueza y la democracia, que parecían ir de la mano: sin esta no era posible aquella. El rugido del león de la Metro era el de la gran potencia omnipotente en la mitad del mundo que escapaba al poder de Stalin y Mao.

Los países socialistas no podían competir en atractivo con América. La Unión Soviética era una gran potencia militar, pero su nivel de vida era muy modesto, el de un país poco desarrollado. Sirvan como ejemplo los chistes soviéticos sobre el capitalismo (“estará podrido… pero qué bien huele”) o sobre…

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