La teoría monetaria moderna (TMM) ha obtenido una notable visibilidad en los últimos años. Pese a su nombre, puede entenderse no solo como una teoría monetaria, sino también como una campaña política encabezada por activistas que promueven planes de garantía de empleo y, a la vez, llevan a cabo actividades académicas. La TMM se fraguó a principios de los años noventa y fue preconizada por un pequeño grupo de estudiosos que puentearon la academia y prefirieron servirse de la blogosfera para crearse un séquito de seguidores entregados. Como declaró Bill Mitchell, uno de sus padres intelectuales, en el último Congreso Internacional sobre TMM: “Este es el primer corpus de teorías económicas que ha crecido gracias a los activistas”. En los últimos años se ha expandido de manera sustancial, poniendo en primer plano mundial a figuras clave de la TMM y generando cobertura y atención mediáticas.
Las propuestas fundamentales de la TMM se derivan de una observación sencilla: a un país con divisa propia nunca se le puede terminar esa divisa. El gobierno de Estados Unidos no puede quedarse sin dólares, porque los emite la Reserva Federal, que está controlada por el gobierno. En consecuencia, nunca se enfrentará a una situación en la que no disponga de fondos para pagar los intereses de su deuda, contratar empleados públicos o adquirir bienes y servicios. Los adalides de la TMM argumentan que así se le da la vuelta al pensamiento convencional: la economía dominante impone falsas barreras al gasto público. La TMM, al contrario, identifica las verdaderas limitaciones de los gobiernos que emiten moneda, descargando a los responsables de la formulación de políticas públicas de preocupaciones innecesarias sobre cómo financiar la inversión pública.
Los orígenes de la TMM
La realidad es más compleja. Repasemos, en primer lugar, algo de historia. La TMM…