Occidente ha desandado buena parte de su camino hacia una sociedad más equitativa. La actual crisis está aumentando la brecha entre los ricos y la clase media. De 2007 a 2009 el número de personas en riesgo de pobreza en la Unión Europea pasó de 85 millones a 115.
La verdadera causa de la grave crisis económica que nos aqueja es que la clase media ha sido objeto de una estafa colosal durante las últimas cuatro décadas. Es inaceptable y tendría consecuencias dramáticas para la viabilidad de la democracia parlamentaria que, como se pretende, sea precisamente la clase media quien cargue con las consecuencias de los desmanes de quienes han prosperado a su costa.
No es un postulado ideológico. Desde la Segunda Guerra mundial, la socialdemocracia y la democracia cristiana, las dos grandes fuerzas políticas vertebradoras de Europa, estaban de acuerdo en la conveniencia de reducir las diferencias entre los más ricos y la clase media, en bien de la prosperidad general y la estabilidad democrática. El New Deal había conseguido acabar con la Gran Depresión de 1929, y servía también para contener la amenaza de “contaminación soviética” a los trabajadores occidentales. El instrumento principal para ensanchar la clase media era una fiscalidad progresiva que permitía avanzar hacia la igualdad de oportunidades, prioritaria para la izquierda, pero sin cercenar la iniciativa privada, en la que ponía el acento la derecha.
Sin embargo, las reglas de juego comenzaron a cambiar con la llegada al poder de Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos tras la guerra de Vietnam y las crisis del petróleo de finales de los años setenta. Su modelo económico se basaba en la desregulación liberalizadora a ultranza y la reducción continuada de la fiscalidad, intrínsecamente negativas. Las premisas eran falsas. Desde,…