Al redactar esta Carta, el testimonio a puerta abierta del fiscal especial Robert Mueller ante varios comités del Congreso de Estados Unidos sobre su investigación de la injerencia rusa en las elecciones de 2016, la supuesta connivencia del presidente, Donald Trump, y su equipo electoral, y de su ulterior obstrucción a la justicia, había sido pospuesto al 27 de julio. La explicación fue que los comités judicial y de inteligencia de la Cámara de Representantes deseaban que su testimonio fuese más largo, de tres y dos horas respectivamente, para dar más tiempo a las preguntas de los 41 miembros del comité judicial.
La expectación era enorme, dada la confusión sobre el informe que el fiscal especial rindió previamente. En sus 448 páginas no deja lugar a dudas sobre la “sistemática e intensa” injerencia electoral de los rusos. Pero al alegar que no se puede enjuiciar al presidente durante su mandato, en cambio, deja la polémica de la obstrucción a la justicia a la interpretación del lector, pese a que enumera 31 incidentes –que el Congreso ha reunido en 10 episodios– que tampoco dejan lugar a duda alguna. El propósito de su testimonio ante los comités de la Cámara de Representantes tenía por objeto difundir el conocimiento de esos incidentes entre un público que no ha leído el largo y prolijo informe, y sonsacar del fiscal especial la condena que su beatería política le ha impedido pronunciar.
El testimonio de Mueller frustrará la enorme expectación que ha despertado en la opinión pública. El fiscal especial sabrá responder a las preguntas de los comités con su consabida reserva y su declarada intención de no ir más allá de lo que dice en su informe. Si los demócratas conseguirán ciertamente difundir mejor su contenido, la opinión está hastiada de tanta investigación y primará…