Los países del Golfo han apostado por la industria petroquímica para diversificar sus economías, pero la revolución del esquisto de EE UU está haciendo peligrar la expansión de esta industria al perder los productores del Golfo la ventaja que tenían en los precios de la materia prima.
Entre junio y noviembre de 2014 el precio del crudo ha caído casi un 40 por cien. El 1 de diciembre, tras la cumbre de la OPEP del 27 de noviembre, el barril de Brent cotizaba a 67,92 dólares, su nivel más bajo en cinco años. Desde que empezó a bajar el precio la negativa de Arabia Saudí a reducir su producción ha dado lugar a numerosas teorías de la conspiración. Algunos han argumentado que se trata de un complot entre Arabia Saudí y Estados Unidos para arruinar a Rusia o perjudicar a Irán. Otros consideran que es un ataque directo por parte de Riad a la producción de energía no convencional (extracción de petróleo y gas de esquisto) en EE UU. Ali al-Naimi, ministro de Petróleo y Recursos Minerales de Arabia Saudí, ha negado esas conjeturas y ha asegurado que Riad, lejos de dedicarse a politizar el petróleo, basa su política energética en la oferta y la demanda y lo trata como un asunto comercial. Lo más probable es que los saudíes hayan preferido mantener su producción y rebajar los precios para proteger su cuota de mercado, más aún siendo conscientes de que probablemente otros países productores (dentro y fuera de la OPEP) no harían lo mismo y, por tanto, el efecto sobre el precio del petróleo sería mínimo.
El exceso de abastecimiento, una demanda más débil de lo previsto derivada de la ralentización del crecimiento en China (y, en menor medida, Brasil e India) y la fortaleza del dólar (la divisa…