Cómo destruir la democracia en siete pasos
Solo siete pasos son necesarios para convertir una democracia en una dictadura. La escritora y columnista política turca Ece Temelkuran los ha identificado a la perfección en su último libro, Cómo perder un país, ofreciendo al lector un riguroso manual de instrucciones del populismo de derechas. Para ello toma como referencia lo ocurrido en Turquía desde 2002, cuando irrumpe en la escena política el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que poco después convertiría en presidente a Recep Tayyip Erdogan. Sin embargo, la autora advierte de que no se trata de un fenómeno exclusivo de su país: también podemos verlo en Venezuela, en Hungría, en el Estados Unidos de Donald Trump, el Reino Unido del Brexit y la Europa del auge de la ultraderecha, ola que también empapa España.
Crear un movimiento, trastocar la lógica y atentar contra el lenguaje, apostar por la posverdad, desmantelar los mecanismos judiciales y políticos, diseñar tu propio modelo de ciudadano, dejar que ese ciudadano se ría del horror y construir un país a tu medida. Estos son los siete pasos que según Temelkuran llevan directamente de la democracia a la dictadura. Y su libro se detiene ampliamente en cada uno de ellos.
El manual arranca el 15 de julio de 2016, con el intento de golpe de Estado en Turquía, que para muchos analistas no fue más que un acto orquestado para legitimar el sistema presidencial y dar más poder a un Erdogan que ya ejercía de sultán. Esa noche, el llamamiento del presidente para que el pueblo saliera a la calle a defender la democracia lo convirtió en una especie de salvador, cuando en realidad era –seguía siendo– un simple populista.
Como dijo Abraham Lincoln, “la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”. Hoy podríamos añadir, ¿para qué pueblo? El primer paso para acabar con la democracia es crear un movimiento, en este caso nacido en las poblaciones pequeñas, donde la nueva orientación política se alimenta de las percepciones provincianas de la vida y del mundo. Es lo que los populistas de derechas llaman el pueblo real, cuyas ideas merecen respeto al representar la verdadera voz de las masas. En este contexto también resultan clave la palabra tolerancia y la idea de victimismo fabricado. En el caso turco, ese victimismo consistió en afirmar que las personas religiosas eran oprimidas y humilladas por la élite laica del sistema. “Así es como la ignorancia politizada ocupa orgullosa su silla entre los miembros de todo el espectro político y se consagra a dominar la mesa”, lamenta Temelkuran.
Trastocar la lógica y atentar contra el lenguaje es el segundo paso de este método. Cómo perder un país recuerda que en cualquier nación que experimente el auge del populismo es frecuente que se califique al líder populista de pueril, como una forma reconfortante de minimizar el problema. Ha ocurrido así con Erdogan, pero también con Trump, a quien muchos comparan con un niño. Nos encontramos así ante un lenguaje político infantilizado que recibe el altavoz de las redes sociales y los medios de comunicación. Como tercer paso, se hace imprescindible eliminar la vergüenza y apostar por la posverdad, desechando cualquier respeto por el sentido común o por los conocimientos acumulados durante siglos. Da igual si el argumento en cuestión defiende que la Tierra es plana.
Ciudadanos a medida
El cuarto punto en el manual de Temelkuran propone desmantelar los mecanismos judiciales y políticos. Según la autora, resulta imposible detener la marea del populismo de derechas haciendo uso de un comportamiento político habitual, ya que cuando este toma el poder y penetra el aparato estatal desencadena un extraño tipo de politización: la política del pánico. En esta realidad, la misoginia aparece como un compinche inseparable. Aquí entramos de lleno en el quinto paso: diseña tu propio ciudadano. “Empiezan por las mujeres, por los ‘débiles’, luego continúan con el resto”, asegura la escritora, y pone como ejemplo cómo en los círculos sociales y políticos, maestras, académicas, parlamentarias, cargos públicos y funcionarias fueron reemplazadas por miembros del AKP, o por esposas o hijas de miembros del partido, la mayoría de ellas vistiendo velo. Es la forma que tiene este populismo de crear a sus ciudadanos ideales.
Permitir la risa ante el horror es el sexto paso de la democracia a la dictadura. La autora turca sostiene que en su país han reaccionado frente al populismo de derechas con humor y sarcasmo, tratando de reírse de sus propios miedos. A su juicio, esta es solo la primera etapa, pero las siguientes no tienen nada de divertidas. “Tengan cuidado con esas risas. Presten mucha atención a por qué se ríen y cómo se ríen”, sentencia.
El séptimo y último paso en el manual de Temelkuran invita a construir tu propio país, hasta tal punto que muchos de sus ciudadanos no lo reconozcan. Esto es lo que ha ocurrido en Turquía en las últimas décadas, dando lugar a un país que excluye a cualquiera que no cumple con la norma y se aferra a su religión y a sus rencores. “¡Este no es mi país!”, repiten muchos al observar su realidad. No solo en Turquía, también en EEUU ante la política fronteriza de tolerancia cero de Trump, o en Hungría, Polonia, Alemania, Reino Unido… “Hoy quien produce el sucio y repugnante material cómico que desacredita a los oprimidos no es el gobernante, sino la ciudadanía, actuando según su supuesto libre albedrío”, afirma la autora de Cómo perder un país, y ahí reside el verdadero peligro.
“Resulta lamentable que la herencia más evidente que nuestra generación ha transmitido a partir de los escombros del siglo XX esté representada por Vladímir Putin, Marine Le Pen y Erdogan como modelos de liderazgo”, recalca la escritora turca. Y deja claro el fin último de este trabajo imprescindible: ayudar al lector a identificar las señales de advertencia de que podría estar a punto de echar a perder su propio país.