Durante la crisis del Sistema Monetario Europeo (SME), septiembre 92-agosto 93, todas las monedas participantes (salvo el florín holandés) sufrieron intensos y repetidos ataques especulativos frente al marco. Algunas abandonaron el mecanismo de cambio, otras fueron devaluadas. Como consecuencia se ampliaron las bandas máximas de fluctuación al +-15%.