La derrota del imperio otomano en la Primera Guerra Mundial determinó una reconfiguración territorial de la que Grecia salió favorecida, al poder ampliar su soberanía a la práctica totalidad del mar Egeo, englobando islas más próximas a la costa turca que a la Grecia continental. Mientras que Atenas sostiene que eso le da derecho a establecer aguas territoriales en dichas islas y sus correspondientes zonas económicas exclusivas (ZEE), Ankara, que nunca ha ratificado la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, rechaza de plano tal posibilidad, alegando que se le deben reconocer las aguas correspondientes a su plataforma continental y negando que las islas puedan tener ZEE.
En esencia, la postura turca trata de corregir lo que considera una anomalía histórica que, aprovechando su debilidad en aquel momento, la coloca en una posición de inferioridad geopolítica. Hasta hoy ha sido imposible encontrar una solución bilateral a una controversia que enfrenta a dos miembros de la OTAN y que ha estado a punto de derivar en una confrontación bélica dos veces, en 1987 y 1996. Tampoco la Unión Europea ha avanzado mucho más, aunque se trata de un problema entre un miembro de pleno derecho y un candidato…