Han pasado cinco años desde que se firmó la Declaración del Milenio y la pregunta es si dos lustros más serán suficientes para alcanzar el cumplimiento de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). La corrupción, la desigualdad, la necesidad de mayor participación del sector privado, la pesada carga de la deuda externa y la escasez de recursos de los países subdesarrollados son los grandes impedimentos que dificultan el resultado de 2015.
No debemos dejarnos impresionar por cifras como las del PIB que registran los dos nuevos motores de la economía mundial, China e India: no siempre se traducen en un aumento de los niveles de desarrollo humano. A pesar de que China creció un 9,5% en 2004 e India un 6,9% en el ejercicio fiscal terminado en marzo de 2005, según las Naciones Unidas ninguno de estos países logró los descensos esperados en los niveles de mortalidad infantil, mientras las noticias de los grandes medios muestran a una China sin garantías para compatibilizar industrialización acelerada y salvaguardia del medio ambiente.
Y éstos no son más que ejemplos de lo que ha ocurrido dentro de sus fronteras. Fuera de éstas, regiones como África subsahariana se han visto privadas, en general, del reparto de los beneficios globales. En lo que llevamos de siglo, el continente africano ha experimentado incluso un retroceso en la consecución de los ODM. La distribución de la riqueza, especialmente en América Latina, sigue siendo una de las asignaturas pendientes de la Economía y la carta mejor guardada de los pesimistas.
Desde que el autor de la La Economía de Bienestar, Arthur Pigou (1877- 1959), plantó cara a la economía tradicional al plantear que la utilidad marginal del dinero disminuía al aumentar su cantidad, el mensaje, a pesar de Internet, todavía está pendiente de ser recibido…