La llamada “Cumbre de París”, que en realidad era una reunión en la Cumbre de la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), celebrada en París, aprobó un Documento, bautizado, también en homenaje al anfitrión francés, como “Carta de París para una Nueva Europa”, dónde se modernizan y enriquecen determinados “Principios Generales” del Acta de Helsinki, conocidos familiarmente con el nombre del “Decálogo”, para adaptar el texto fundacional de la CSCE a una situación política y militar enteramente nueva y distinta de la que existía en la Europa de la guerra fría.
Entre la Carta de París –1990– y el Acta de Helsinki –1975–se sitúa el cambio fundamental sufrido por Europa en 1989, que ha permitido la unión del Continente, derribada la barrera del telón de acero. No hace falta recordar que la decisión norteamericana de Ronald Reagan y la serenidad realista de Mijail Gorbachov, al reconocer la imposibilidad de mantener la disputa militar entre superpotencias por culpa del fracaso comunista, junto con el éxito económico y político de la Comunidad Económica Europea, han sido los elementos fundamentales para asistir a esta evolución que se extiende durante un periodo de quince años, desde los temores de Helsinki a las esperanzas de París.
La comparación entre los textos resulta, sin embargo, de gran utilidad y para cumplirla hace falta empezar por el Acta Final de Helsinki, donde entre los diez “mandamientos” del “Decálogo” podían distinguirse claramente dos bloques de preceptos, redactados con intenciones claramente diferentes, pero igualmente necesarias en la Europa de entonces. Y no es inútil recordar que el Acta de Helsinki la firmó, por parte de la Unión Soviética, Leónidas Breznev, autor, como es bien sabido, de la famosa doctrina Breznev de “soberanía limitada”, entre los países del campo socialista en defensa de las conquistas internacionales del…