El cine, fuera de control del régimen y posterior a 2011, cumple la función de documentar, pero también de explicar cómo ha podido Siria llegar a la situación actual.
Numerosos testimonios han subrayado, poco después de que empezase la guerra siria y posteriormente, la importancia de la imagen tanto para el régimen de Damasco como para la oposición (Récits d’une Syrie oubliée. Sortir la mémoire des prisons, de Yassin al Haj Saleh, o también À l’est de Damas, au bout du monde. Témoignage d’un révolutionnaire syrien, de Majd al Deek). Mientras que para el régimen se trataba, desde el principio, de difundir imágenes en las cadenas de televisión del Estado, y en las que lo apoyan, con fines propagandísticos (lucha contra un complot exterior y contra los “terroristas”, así como apoyo incondicional de la población hacia el régimen), para sus adversarios, sin embargo, las imágenes grabadas cumplen diversas funciones, cuya clasificación se ha tomado de distintos trabajos de Cécile Boëx sobre la utilización del vídeo y sobre el cine sirio.
En primer lugar, según la autora, se puede mencionar la coordinación de la revuelta; esto significa que, en un contexto de fragmentación territorial causada por los actos represivos del régimen, el vídeo permite dar a conocer las posturas políticas de diferentes actores de la oposición presentes en los territorios no controlados por las fuerzas de Damasco. Cécile Boëx, por otra parte, ha descrito con precisión los elementos constituyentes de estas declaraciones, que adquieren una dimensión solemne y oficial: el uniforme militar de los oficiales que se han unido a la oposición, la identificación de quienes hablan mediante su carné de identidad o la bandera de la oposición. En su documental 300 miles (2016), el joven director sirio Orwa al Mokdad graba a un grupo de miembros de la oposición…