Autor: Jesús A. Núñez Villaverde
Editorial: Catarata
Fecha: 2018
Páginas: 128
Lugar: Madrid

Dáesh: El porvenir de la amenaza yihadista

Andrea Rodríguez Valdés
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Decía Sun Tzu que “el arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”. Esta máxima forma parte del decálogo de toda insurgencia, cuya meta es alcanzar el poder político de la manera más eficaz. Así lo hizo Dáesh en un tiempo récord, aprovechando las debilidades de dos Estados en descomposición –Siria e Irak– para implantar un pseudocalifato que aterró al mundo. Luego dio la espalda a la máxima del pensador chino, y tuvo que luchar palmo a palmo por defender su territorio. Y ahí, en el campo de batalla más tradicional, se vieron sus limitaciones. Jesús Núñez Villaverde analiza en su ensayo Dáesh: El porvenir de la amenaza yihadista el auge y caída de lo que muchos, de manera algo insensata, han calificado como la “amenaza por excelencia”.

Abubaker al Bagdadi –por cuya cabeza Estados Unidos ofrece 25 millones de dólares– irrumpió en la escena internacional como dirigente de una nueva entidad que rompía con los esquemas occidentales tradicionales de Estado-nación. El líder del Estado Islámico o Dáesh –o ISI, o ISIL, o ISIS– se veía y se ve como el edificador de una organización que pretende incluir a toda la comunidad internacional en la umma. Lo letal de esta organización terrorista –solo comparable, en todo caso, con los mejores tiempos de Al Qaeda– es que ha combinado estas veleidades de dominación global con una estructura en red que la hace extremadamente compleja, otorgándole el don de la ubicuidad, permitiéndole irrumpir en cualquier momento y en cualquier lugar.

Desde el principio, Dáesh ha utilizado unos procedimientos de combate específicos, adaptados al terreno y a la población. Sin embargo, tan importante es el uso de la violencia como el uso de la propaganda; es decir, no prima el ataque en sí, sino cómo se difunde en los medios. A partir de ahí, se establece un núcleo ideológico y la célula se centra en su expansión en un mundo en el que, como describe Núñez Villaverde,  “la violencia se ha vuelto low cost”.

 

Y ahora, qué

¿Cuál es el porvenir de la amenaza yihadista, ahora que parece que su califato se ha venido abajo? Si se tiene en cuenta que las estrategias de combate al terrorismo han sido estrictamente militares, la respuesta a esta pregunta no es muy alentadora. Como ejemplos históricos tenemos los fracasos de las operaciones de Irak o Afganistán. En consecuencia, podríamos estar ante un escenario con una primera etapa de repliegue provisional ante el ataque de una coalición militar mucho más poderosa que se ha beneficiado de las ventajas –efímeras– de una guerra asimétrica. Ahora bien, las medidas cortoplacistas solo obtienen resultados cortoplacistas. La segunda etapa se caracterizará por una nueva oleada de violencia, porque a organizaciones Dáesh es imposible combatirlas solo con las armas.

Una de las principales amenazas de la insurgencia ya está siendo paliada: se trata de la neutralización de las capacidades tecnológicas del Estado, es decir, el terreno y la población. Ante esto, se pretende neutralizar el liderazgo del movimiento y procurar que los simpatizantes dejen de serlo. Esto es, restar apoyos a Dáesh, creando una contra-narrativa  que neutralice el discurso de la organización.

Como fenómeno poliédrico, el terrorismo requiere respuestas poliédricas. Núñez Villaverde señala que hay que tener en cuenta la capacidad de adaptación de la organización y responder ante ella. La población y la legitimidad son los elementos estructurales del conflicto que las autoridades sirias e iraquíes deben recuperar. Simultáneamente, tendrán que poner en marcha medidas educativas y redistributivas, promover la reconciliación y la instauración de un Estado de Derecho, y todo ello dejando de lado para hacerlo el enfoque occidental e integrando a la población local en el proceso de reconstrucción. Si no, advierte Núñez Villaverde, estaremos dejando que Dáesh se perpetúe en el tiempo.