Cuando la revolución termine
Gerald Brenan escribía que, para sentir empatía hacia otros seres humanos, “uno debe mirar de forma horizontal, a nivel humano. El hombre solo puede ser humano hacia aquellos que caminan la tierra junto a él.” No sería una exageración afirmar que, en lo que respecta a la guerra de Siria, nuestra mirada ha sido diametralmente opuesta: vertical y clínica, obsesionada por cuestiones geopolíticas –los pormenores de la decisión estadounidense de turno, la rivalidad soterrada entre Rusia e Irán– y relativamente indiferente al impacto humano del conflicto. Cinco años y cientos de miles de muertes después, este enfoque estéril sigue sin ser capaz de concebir siquiera una salida sensata al laberinto sirio.
Cuando la revolución termine aporta una mirada humana, horizontal y necesaria al conflicto sirio. La primera novela de Leila Nachawati Rego –profesora de Comunicación en la Universidad Carlos III y columnista en eldiario.es– es un tapiz de diferentes historias que transcurren entre Siria y Madrid, entre 2014 y 2011. Sus protagonistas pertenecen a la juventud que abrazó las esperanzas de la primavera árabe, haciendo frente a la brutalidad del régimen de Bachar el Asad y la fragmentación de un país que pretendía cambiar democráticamente. Nachawati mezcla ficción, testimonio, historia reciente y elementos autobiográficos en una narración poderosa.
El libro está dividido en dos partes. La primera reconstruye la vida de los protagonistas en la Siria previa a la primavera árabe –una sociedad que la autora presenta de forma detallada y amena. En la segunda parte, y a medida que la reacción del régimen sirio se recrudece, los protagonistas se ven obligados a tomar partido en una situación cada vez más descarnada. Por suerte Nachawati reserva su optimismo para el epílogo, donde esboza un futuro esperanzador, en 2027, cuando la revolución ha terminado. Entremedias quedará, sin embargo, la crisis de los refugiados, en la que la actitud de la Unión Europea también ha oscilado entre la indiferencia, el desdén o una atención selectiva y errática.
Cuando la revolución termine cuenta con dos puntos fuertes. El primero es la familiaridad con que Nachawati escribe sobre Damasco. Hija de padre sirio y madre gallega, se encuentra en una posición idónea para describir tanto las particularidades de Siria como las percepciones, a menudo simplistas, que de este país tenemos en España. Nachawati retrata con soltura la convivencia de alauitas, drusos, palestinos, cristianos, sunitas y kurdos en un entramado social tan rico como delicado. Si anda corta de paciencia con un grupo en particular, es precisamente con los españoles que interpretan la guerra siria de forma reduccionista, reivindicando al régimen de Bachar el Asad y caracterizando como islamistas radicales a quienquiera que se le oponga.
El segundo punto fuerte es la forma en que aborda el papel de Internet y las redes sociales durante la primavera árabe. Nachawati, tuitera destacada, les otorga un papel central en el impulso de las revoluciones en Siria, Egipto, Bahréin y Túnez. Pero no incurre en ese triunfalismo insufrible que caracteriza gran parte de lo que hoy se escribe sobre “tecnologías de la liberación”. El libro recalca tanto la importancia de estas nuevas formas de comunicación, como sus limitaciones frente a regímenes autoritarios que se resisten a caer a golpe de hashtag.
“Se ha sacrificado mucho para romper el miedo y esa es una de las conquistas de los levantamientos” observa Sarah, la narradora, a mitad del libro; “aunque quizás vaya a ser la única.” Cuando la revolución termine es, en ocasiones, una lectura difícil. Pero también resulta inspiradora, e imprescindible para quien desee entender el presente y futuro de Siria.