España ha pasado de un superávit público del 2 por cien en 2007 a un déficit público del 11,4 por cien en 2009. Solo tenemos dos alternativas, que no son incompatibles, para mejorar nuestra capacidad recaudatoria: la lucha contra el fraude o la subida masiva de impuestos.
En los dos últimos años, coincidiendo con la crisis económica, se ha producido un importante incremento del déficit público en todos los países industrializados. Este aumento del déficit está ocasionado tanto por el incremento del gasto público, como por la caída recaudatoria de los principales impuestos. El efecto inmediato es la necesidad de financiar el desequilibrio mediante la emisión masiva de deuda pública. Los problemas asociados a ésta situación son varios, pero entre ellos, dos son más inmediatos. En primer lugar, la dificultad de colocar la deuda pública, lo que obliga a pagar mayores tipos de interés acentuando, así, los problemas presupuestarios. En segundo lugar y en paralelo, nos encontramos con una importante disminución de la financiación al sector privado de la economía, lo que implica necesariamente una disminución de la inversión y el consumo privado, simplemente porque ya no se pueden financiar. Antes de abordar las posibles soluciones, sería conveniente estudiar detenidamente las causas que han provocado este panorama: un auténtico círculo vicioso.