AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 72

El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed (d), y el presidente de Eritrea, Isaias Afwerki (i), asisten a una ceremonia de firma en el Palacio Real Al-Salam de Yeda, Arabia Saudí, el 16 de septiembre de 2018. GETTY.

Crisis cada vez más graves en el Cuerno de África: ¿déficit de liderazgo?

El Cuerno de África se enfrenta hoy a retos más complejos e interconectados que en crisis anteriores. Son necesarios enfoques más sólidos, integradores y coordinados para su resolución.
Samira Gaid
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A lo largo de la historia, el Cuerno de África ha sido una de las regiones más inestables y conflictivas del mundo, caracterizada por conflictos de larga duración inter e intra Estados, disputas comunitarias transfronterizas, extremismo violento, mala gobernanza y prestación deficiente de servicios estatales. Los graves efectos del cambio climático han afectado de forma desproporcionada al África subsahariana y han empeorado esta situación. En los últimos tres años, el Cuerno de África y la región en su conjunto han experimentado un estallido de turbulencias más matizado, complejo y distinto que los anteriores. El Cuerno de África atraviesa uno de sus periodos más peligrosos, con conflictos armados interestatales y una mayor fragmentación política.

En la actualidad, Sudán está inmerso en una devastadora guerra civil, que desestabiliza aún más una región ya de por sí frágil. En Etiopía, las secuelas de los dos años de guerra de Tigray han dejado al país sumido en la inestabilidad, la fragmentación política y las crisis humanitarias.

Las tensiones entre Etiopía y Somalia en torno al Memorando de Entendimiento entre Etiopía y Somalilandia añaden otra capa de complejidad y amenazan la seguridad regional. Además, las tensiones históricas entre Etiopía y Eritrea han reaparecido y persisten, algo que obstaculiza la cooperación regional y los esfuerzos de estabilidad.

En medio de estos conflictos, Yibuti destaca como un relativo bastión de paz, al proporcionar un ancla crucial de estabilidad en el tumultuoso Cuerno de África. Sin embargo, en comparación con crisis anteriores, los líderes y organizaciones regionales demostraron, en general, una flagrante falta de liderazgo. Como consecuencia de ello, la región es ahora susceptible de sufrir injerencias externas, nuevos disturbios y crisis que obstaculicen el progreso.

Los expertos y los actores regionales atribuyen rápidamente la actual oleada de conflictos, tensiones e inestabilidad en el Cuerno de África a fuerzas externas, principalmente a la inacción de las potencias occidentales, las guerras proxies de los Estados del Golfo y la creciente influencia de China y Rusia. Sin embargo, los dirigentes del Cuerno de África tienen una gran responsabilidad en la situación actual. A pesar de las presiones externas, los dirigentes de la región han mostrado colectivamente una falta de liderazgo eficaz, al no abordar las disputas internas y los problemas de gobernanza y no ofrecer un espacio de mediación a los vecinos beligerantes. Este déficit de liderazgo es evidente en la prolongada guerra civil de Sudán, las crisis sin resolver de Etiopía y las tensiones persistentes entre los Estados vecinos.

Aunque es fácil atribuir los problemas de la región a la intromisión externa, la incapacidad de los líderes locales para proporcionar una gobernanza estable y cohesionada agrava la situación. Además, se ha hecho caso omiso de su función estratégica de promover la mediación y facilitar las iniciativas de paz regionales. En consecuencia, el Cuerno de África sigue siendo vulnerable a conflictos recurrentes y periodos de inestabilidad.

 

Intervenciones regionales socavadas por la prolongada inestabilidad en Etiopía

Etiopía, la segunda nación más poblada de África y uno de los países hegemónicos de la región, sufre una gran inestabilidad, acentuada por los efectos persistentes de la guerra de Tigray, que duró dos años, los continuos disturbios civiles y las tensas relaciones con sus vecinos. Esta inestabilidad persiste a pesar del reciente inicio de un diálogo nacional el 1 de junio de 2024 en la capital, Addis Abeba, destinado a abordar los innumerables problemas del país. Durante las tres últimas décadas, Etiopía ha desempeñado un papel destacado en la mediación y resolución de crisis en el Cuerno de África. Esto puede explicar por qué la región ha tenido dificultades a la hora de ofrecer una acción similar para resolver el conflicto dentro de Etiopía. Este reto se ve agravado por la escasa atención internacional prestada a los conflictos de la región, consecuencia de tendencias globales y cambios geopolíticos más amplios.

La guerra de Tigray, que comenzó en noviembre de 2020, sigue siendo un factor clave de la actual tormenta política en Etiopía. Este conflicto estalló entre el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés) y las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía (ENDF, por sus siglas en inglés), y provocó una devastación generalizada y una grave crisis humanitaria. El Acuerdo de Pretoria, firmado en noviembre de 2022, pretendía poner fin a las hostilidades y traer la paz. Sin embargo, aunque el acuerdo ha llevado al cese de los combates a gran escala, la aplicación de sus disposiciones ha estado plagada de desafíos, y ha dejado, así, muchas cuestiones críticas sin resolver.

Se han logrado algunos avances, como el establecimiento de una administración provisional inclusiva en Tigray, el levantamiento por parte del gobierno federal de la consideración de terrorista del TPLF, el restablecimiento de la ayuda humanitaria y los servicios básicos, y la entrada de las ENDF en la capital de la región de Tigray, Mekelle. Sin embargo, aún deben cumplirse muchos aspectos críticos del acuerdo. El desarme, la desmovilización y la reintegración de las fuerzas tigranias han avanzado con lentitud, y las fuerzas eritreas siguen acampadas en partes del norte de Tigray. Además, la situación de los territorios en disputa reclamados por los estados de Tigray y Amhara sigue sin resolverse y continúa siendo fuente de conflictos armados.

El Acuerdo de Pretoria lo negociaron y firmaron el gobierno etíope y el TPLF, pero excluyó a otras partes armadas como el gobierno eritreo y las fuerzas armadas de la región de Amhara. Estas partes excluidas estaban descontentas con el acuerdo, que no cumplía sus objetivos. Eritrea buscaba la derrota completa del TPLF, mientras que la milicia amhara aspiraba a consolidar el control sobre los territorios disputados en el oeste y el sur de Tigray. La promesa del acuerdo de resolver estas disputas territoriales mediante un referéndum alimentó nuevos conflictos en 2023-24.

El Acuerdo de Pretoria lo facilitó, de manera crítica, el enviado especial de la Unión Africana (UA), Olusegun Obasanjo, tras la intensificación de la presión internacional y la grave situación humanitaria. Las negociaciones formales tuvieron lugar en Pretoria, Sudáfrica, bajo el auspicio de la UA y con el apoyo del presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, y el respaldo de otros líderes africanos que contribuyeron a crear el entorno propicio para el éxito de las conversaciones.

Desde el Acuerdo de Pretoria, Etiopía se ha visto acosada por una compleja serie de conflictos armados y violencia política en los que se han visto implicadas fuerzas de seguridad nacionales y regionales, milicias comunitarias, movimientos armados de liberación y tropas eritreas. Entre los conflictos más significativos, destacan los intensos combates en el estado de Amhara, donde la milicia Fano se ha enfrentado a las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía, y los continuos enfrentamientos entre las principales milicias de Amhara, Oromo y Tigray por zonas en disputa. El Ejército de Liberación Oromo (OLA, por sus suglas en inglés) también se ha enfrentado a las ENDF, sobre todo en Oromía occidental. La violencia entre comunidades por reivindicaciones territoriales ha provocado desplazamientos generalizados y ataques contra la población civil, lo que ha desestabilizado aún más el país.

Las relaciones entre Etiopía y Eritrea se han deteriorado considerablemente desde el Acuerdo de Pretoria. Eritrea, que no forma parte del acuerdo, sigue apoyando a la milicia amhara, Fano, en sus conflictos contra el TPLF. Esta injerencia exterior ha exacerbado las tensiones entre Etiopía y Eritrea, y el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ha advertido contra la intervención extranjera en los asuntos internos de Etiopía. La presencia continuada de unas 40.000 tropas eritreas en algunas zonas de Tigray ha tensado aún más las relaciones, algo que ha contribuido a una mayor inestabilidad regional.

 

Reavivadas las tensiones históricas entre Etiopía y Somalia

Los problemas de Etiopía con sus vecinos continúan con Somalia, tras su firma el 1 de enero de un Memorando de Entendimiento con la región separatista somalí de Somalilandia. Históricamente, Etiopía ha buscado el acceso al mar para reforzar su influencia geopolítica y reducir su dependencia de los puertos de Yibuti. Esta búsqueda refleja las ambiciones de Etiopía como potencia regional en ascenso, sus aspiraciones militares estratégicas y sus maniobras políticas internas para conseguir apoyo nacionalista. En el último año, el primer ministro Abiy Ahmed ha intensificado su retórica en torno a esta cuestión, lo que ha alarmado a los países vecinos.

En enero de 2024, Etiopía y el Estado regional de Somalilandia firmaron un Memorando de Entendimiento por el que se concedía a Etiopía un arrendamiento de 50 años sobre una franja de 20 kilómetros de la costa de Somalilandia para el desarrollo de un puerto marítimo, a cambio del reconocimiento etíope de Somalilandia. Esta medida fue recibida con indignación por el gobierno federal de Somalia, que la consideró una apropiación ilegal de tierras y una violación de la soberanía y la integridad territorial somalíes. La comunidad internacional apoyó en gran medida la postura de Somalia, lo que dejó a Etiopía aislada diplomáticamente. Aunque los funcionarios etíopes han emitido declaraciones vagas, en las que se retractan parcialmente del reconocimiento, mantienen la cooperación diplomática y en materia de defensa con Somalilandia.

Todo lo anterior ha tensado considerablemente las relaciones entre Etiopía y Somalia. El gobierno somalí ha exigido a Etiopía que cierre su consulado en Hargeisa y ha intentado impedir que Ethiopian Airlines utilice el espacio aéreo somalí. Los dirigentes etíopes y somalíes no han mantenido conversaciones directas desde enero, y las relaciones siguen siendo frías. Esta tensión ha desviado la atención de Somalia de su lucha contra Al Shabaab, complicando la lucha antiterrorista regional.

Y lo que es más grave, tras los retrasos en los esfuerzos de mediación, las tensas relaciones también han afectado a la Misión de Transición de la Unión Africana en Somalia (ATMIS, por sus suglas en inglés). Mientras que Somalia sigue dependiendo de las fuerzas de mantenimiento de la paz etíopes desplegadas en el sur del país, Mogadiscio ha exigido que Etiopía sea excluida de la misión de la UA que se desplegará en Somalia después de diciembre de 2024. Este hecho podría socavar la estabilidad regional y las operaciones antiterroristas, ya que Etiopía desempeña un papel crucial en la misión ATMIS y tiene tropas desplegadas en el sur de Somalia. La congelación de las relaciones con Somalia plantea importantes retos para la estabilidad regional y la eficacia de las operaciones antiterroristas en la región.

 

Un año de guerra civil en Sudán y los intentos fallidos de mediación

En el Cuerno de África, la inestabilidad general de la región ha exacerbado la guerra civil en Sudán, que cumple ahora un año y ha sumido al país en una grave crisis humanitaria y política.

El conflicto comenzó en abril de 2023, desencadenado por una lucha de poder entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF, por sus siglas en inglés), dirigidas por el general Abdel Fattah al Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), comandadas por el general Mohamed Hamdan Dagalo, también conocido como Hemedti. La lucha por el control del futuro de Sudán ha provocado violencia generalizada, desplazamientos y la ruptura del orden público.

Las raíces de este conflicto se encuentran en el complejo panorama político de Sudán tras el derrocamiento de Omar al Bashir en 2019. El gobierno de transición, que incluía elementos militares y civiles, no logró sortear las tensiones y rivalidades arraigadas de manera profunda entre las distintas facciones. El frágil gobierno de coalición se derrumbó y estallaron las hostilidades, que desembocaron en una guerra total entre las SAF y las RSF.

Se han hecho numerosos esfuerzos de mediación para resolver el conflicto, pero en gran parte han fracasado. La UA, la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD, por su sus siglas en inglés) y diversos actores internacionales, entre ellos Naciones Unidas y potencias regionales como Egipto y Etiopía, han intentado negociar la paz, pero las posiciones atrincheradas y la desconfianza mutua entre las facciones enfrentadas han obstaculizado los avances.

Uno de los intentos de mediación más significativos fue el liderado por la UA, que propuso un alto el fuego y una hoja de ruta para el diálogo político. Sin embargo, esta iniciativa se vio socavada por los continuos combates y las acusaciones de ambas partes de violar el alto el fuego. Además, los intentos de la IGAD por convocar conversaciones de paz en Nairobi tampoco tuvieron éxito, ya que ninguna de las partes se mostró dispuesta a llegar a un compromiso.

La comunidad internacional también ha impuesto sanciones y ha pedido un embargo de armas para presionar a las partes en conflicto a entablar negociaciones. Sin embargo, estas medidas han tenido un impacto limitado, ya que las SAF y las RSF siguen recibiendo apoyo de aliados externos con intereses en Sudán. La complejidad de las alianzas de Sudán y la implicación de potencias regionales han complicado aún más los esfuerzos de mediación.

Mientras continúa el conflicto, el balance humanitario es devastador. Millones de sudaneses se han visto desplazados, y la escasez generalizada de alimentos, agua y suministros médicos ha agravado la crisis. La comunidad internacional sigue pidiendo una solución, pero sin una mediación eficaz y un compromiso genuino de las partes, las perspectivas de paz siguen siendo sombrías.

 

Intervenciones regionales exitosas en el pasado

En las últimas décadas, el Cuerno de África ha cosechado importantes éxitos gracias a las intervenciones regionales para fomentar la paz y la estabilidad. Estos esfuerzos, encabezados por organizaciones regionales y países vecinos, han puesto de relieve el potencial de las soluciones regionales a conflictos complejos. Uno de los éxitos más notables de los últimos tiempos fue el acuerdo de paz entre Etiopía y Eritrea en 2018. Tras dos décadas de hostilidad y una brutal guerra fronteriza entre 1998 y 2000, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, inició una audaz acción diplomática que culminó en un histórico acuerdo de paz. Este acuerdo condujo a la reapertura de las fronteras, la reanudación del comercio y el restablecimiento de relaciones diplomáticas, lo que mejoró de manera significativa la estabilidad regional.

En Somalia, la IGAD fue fundamental para facilitar la Conferencia de Reconciliación Nacional Somalí celebrada en Nairobi en 2004. Esta conferencia reunió a varias facciones somalíes, que formaron el Gobierno Federal de Transición (GFT). El compromiso sostenido de la IGAD, incluidas las labores de preservación de la paz a través de la Misión de la Unión Africana para el mantenimiento de la paz, ha sido crucial para estabilizar Somalia y apoyar su camino hacia la paz.

El proceso de paz de Yibuti, iniciado en 2008, también fue clave para reducir la violencia en Somalia. Facilitado por Naciones Unidas y apoyado por la IGAD, este proceso pretendía reconciliar al Gobierno Federal de Transición con la Alianza para la Nueva Liberación de Somalia (ARS). El acuerdo de Yibuti condujo a un acuerdo de reparto del poder y a la integración de los miembros de la ARS en el GFT, lo que reforzó la legitimidad del gobierno y su capacidad de gobernanza.

El Acuerdo General de Paz (AGP) de 2005, que puso fin a la segunda guerra civil sudanesa, también constituye otro importante éxito regional. Con la mediación de la IGAD y el apoyo de socios internacionales, el AGP puso fin a más de dos décadas de conflicto entre el gobierno sudanés y el Movimiento Popular de Liberación de Sudán (SPLM). Este acuerdo condujo a un reparto del poder y allanó el camino para la independencia de Sudán del Sur en 2011.

El éxito de estas intervenciones subraya el papel fundamental de organizaciones regionales como la IGAD y la UA en la resolución de conflictos. Estos organismos han utilizado su experiencia regional y sus redes diplomáticas para mediar en acuerdos de paz, desplegar fuerzas de mantenimiento de la paz y apoyar la reconstrucción tras el conflicto. Su capacidad para reunir a las partes y facilitar el diálogo ha sido decisiva para resolver algunos de los conflictos más difíciles de la región.

A pesar de los éxitos cosechados en el pasado, la región ha tenido dificultades para abordar con eficacia las crisis actuales, especialmente el conflicto en curso en Etiopía y la guerra civil en Sudán. La Unión Africana y la IGAD se han enfrentado a importantes retos a la hora de mediar en estos conflictos, a menudo obstaculizados por la compleja dinámica política y la desconfianza arraigada de manera profunda entre las partes implicadas.

En Etiopía, el proceso de paz tras el Acuerdo de Pretoria se ha visto empañado por la lentitud de su aplicación y la exclusión de las negociaciones de partes interesadas clave, como Eritrea y las fuerzas regionales amhara. Esta exclusión ha provocado una violencia e inestabilidad continuas, lo que ha minado las perspectivas de una paz duradera.

Del mismo modo, a pesar de los numerosos intentos de mediación por parte de actores regionales e internacionales, el conflicto ha persistido en Sudán. Las posiciones atrincheradas y la desconfianza mutua entre los principales implicados han socavado los esfuerzos de la UA y la IGAD por mediar por la paz. La falta de una coordinación eficaz y de una presión diplomática sostenida ha provocado una crisis humanitaria prolongada sin una resolución clara.

Estos fracasos ponen de manifiesto las limitaciones y los retos de las organizaciones regionales a la hora de abordar la naturaleza compleja y cambiante de los conflictos en el Cuerno de África. Aunque las intervenciones del pasado ofrecen un modelo para el éxito, la situación actual subraya la necesidad de enfoques de mediación y resolución de conflictos más sólidos e integradores.

 

Conclusión

El Cuerno de África atraviesa uno de sus periodos más peligrosos, caracterizado por numerosas crisis políticas y conflictos que evidencian un importante déficit de liderazgo. La región, históricamente marcada por la inestabilidad, se enfrenta ahora a retos más complejos e interconectados que en crisis anteriores. En Sudán, la guerra civil en curso ha agravado una situación ya de por sí frágil, mientras que Etiopía lidia con las secuelas de la guerra de Tigray, los persistentes conflictos internos y las tensas relaciones con sus vecinos, en particular Somalia y Eritrea.

A pesar de sus esfuerzos por mediar y resolver estos conflictos, organizaciones regionales como la UA y la IGAD han tenido dificultades para repetir sus éxitos del pasado. El fracaso a la hora de abordar eficazmente las crisis actuales en Etiopía y Sudán pone de manifiesto las limitaciones de estos organismos para gestionar la dinámica cambiante de los conflictos de la región. La lenta aplicación del Acuerdo de Pretoria en Etiopía y las posiciones enquistadas en Sudán han obstaculizado los esfuerzos de paz, algo que evidencia la necesidad de enfoques más sólidos, integradores y coordinados para la resolución de conflictos.

Los éxitos de intervenciones anteriores demuestran el potencial de las soluciones regionales. Estas intervenciones han sido decisivas para estabilizar partes del Cuerno de África, al proporcionar un modelo para futuros intentos de consolidación de la paz. Sin embargo, las crisis actuales revelan que las estrategias del pasado pueden no ser suficientes para abordar los retos más complejos e interconectados de la región.

Mientras el Cuerno de África continúa navegando por estas aguas turbulentas, el papel de los líderes y las organizaciones regionales sigue siendo crucial. Un liderazgo eficaz y unos esfuerzos diplomáticos inclusivos y sostenidos serán esenciales para abordar las causas profundas de la inestabilidad y fomentar la paz y el desarrollo a largo plazo en la región. El apoyo y el compromiso de la comunidad internacional también serán vitales para complementar los esfuerzos regionales y garantizar que el Cuerno de África pueda avanzar hacia un futuro más estable y próspero./