El crecimiento indio, aunque hoy menor que el chino, será mucho mayor si Modi impulsa sin más demoras la modernización, la apertura exterior y las inversiones en las deficientes infraestructuras sociales para aprovechar mejor los efectos del dividendo demográfico.

Narendra Modi, del Bharatiya Janata Party (BJP), logró una aplastante victoria en las elecciones legislativas celebradas en abril-mayo de 2014. La participación alcanzó el 66,35 por cien con 554 millones de votantes, 130 millones más que en 2009. Merece destacar que los procesos electorales indios se han desarrollado casi ininterrumpidamente desde la independencia del país en 1947. India no ha sufrido, a diferencia de otros países vecinos, golpes de Estado protagonizados por el ejército. Es evidente que la democracia india, la más grande del mundo, no es un sistema parlamentario de corte británico, pero funciona. Se ha adecuado a las especiales características del país. En India, a diferencia de China, tienen lugar periódicamente alternancias en el poder político.

El electorado indio apostó por un cambio tras perder su confianza en el Partido del Congreso liderado por la dinastía Nehru-Gandhi, que gobernaba el país desde 2004. Modi obtuvo la mayoría absoluta, algo que no ocurría desde 1984, obteniendo 285 escaños de los 545 de la Cámara Baja del Parlamento. El Partido del Congreso cayó estrepitosamente de 206 a solo 44. Rahul Ghandi no gozaba de suficiente carisma y experiencia frente a un político populista y buen comunicador como Modi.

El gobernador del Estado de Gujarat desde 2001, supo esgrimir sus orígenes humildes de vendedor de té y su experiencia como eficiente gestor económico no manchado por la corrupción endémica existente en la clase política india. Capitalizó el descontento general en un país aquejado de paternalismo político, una excesiva burocracia y proteccionismo económico. Los empresarios lo valoraron como un dirigente business friendly. La…