Desde tiempos remotos, hace más de 2.000 años, el Mediterráneo ha sido un espacio de intercambio económico, cultural y de florecimiento de civilizaciones. Quizá fuera en tiempos del Imperio Romano, desde su creación hasta su desaparición en Occidente en el siglo V de nuestra era, cuando la cuenca mediterránea logró forjar un espacio común de progreso al tiempo que surgía una identidad mediterránea fuertemente arraigada entre los pueblos que habitaban en cada una de sus orillas. Una identidad mediterránea que, con algunos altibajos, ha perdurado hasta nuestros días. Fue en los días del Imperio cuando las relaciones comerciales entre las provincias, además de sustentar y abastecer a la capital, establecieron la base para una red de rutas comerciales que, en algunos casos, han llegado hasta hoy. Unas rutas comerciales que ya pusieron en valor la capacidad del Mare Nostrum para acoger enlaces marítimos consagrados al transporte de mercancías, algo que hoy probablemente etiquetaríamos como transporte marítimo de corta distancia o, en su denominación anglosajona, short sea shipping.

Ya desde los orígenes del comercio en el Mediterráneo el transporte marítimo desempeñó un papel decisivo. Actualmente sigue siendo así: la práctica totalidad de los intercambios comerciales entre ambas orillas del Mediterráneo se llevan a cabo por vía marítima, lo que pone de relieve la gran importancia de los puertos en la dinamización de la actividad económica entre las naciones que configuran la cuenca mediterránea. En el Mediterráneo occidental, objeto de este artículo, las cifras relativas al tráfico de contenedores en sus puertos, comprendiendo un total de 48 autoridades portuarias, se ha más que duplicado en tan solo 15 años: de los 18 millones de contenedores en 2001 se pasó a 41 millones en 2016. Sin embargo, ese gran incremento en el tráfico de contenedores no ha redundado en un incremento similar de…