El paralelo 38 separa dos mundos con idénticas raíces históricas, étnicas y lingüísticas, pero con realidades políticas y económicas opuestas. Corea del Sur está volcada en la reinserción del Norte en la comunidad internacional y en la integración económica intercoreana.

En las últimas décadas, Corea del Sur ha experimentado un espectacular crecimiento económico y ha vivido profundos cambios políticos y sociales. Hoy es la 12ª economía del mundo y la cuarta de Asia, tras Japón, China e India. También es la 11ª economía exportadora y la 13ª importadora, con una renta por cápita de casi 20.000 dólares. ¿Cómo se explica esto? He aquí una primera respuesta: saber conjugar los valores de la identidad y la cultura coreanas –el patriotismo, la cultura del esfuerzo personal y colectivo y la solidaridad intergeneracional– con las acciones dirigidas a la modernización y la internacionalización del país. Todo ello a través de la educación, la formación de las jóvenes generaciones y el gasto creciente en investigación y desarrollo (I+D).

Este proceder no es, sin embargo, exclusivo de Corea del Sur. Está presente en los procesos de transformación económica que viven otros países asiáticos que anhelan la modernización de sus países sin que ello conlleve occidentalizar sus sociedades. Existe una clara voluntad de apertura económica, pero también una resistencia a renunciar a las raíces culturales y a las tradiciones que han configurado la diversidad y la complejidad de los países y pueblos de Asia.

Es evidente que la sociedad coreana afronta, como muchos otros países asiáticos, nuevos y grandes retos políticos, económicos y sociales. Más allá del conflicto intercoreano, el país tiene importantes cuestiones por resolver. La existencia de un sistema electoral y de partidos políticos poco transparente, una baja natalidad, el envejecimiento de la población, un insuficiente sistema de Seguridad Social y la recién aparición…