La relación de Pyongyang con Moscú se remonta a los tiempos de la Guerra Fría, cuando el comunismo servía para establecer unos vínculos asimétricos en los que Corea del Norte aparecía como el actor subordinado. Aunque en términos de capacidades Rusia sigue estando a años luz de Corea del Norte, un socio que solo puede hacerse oír gracias a su arsenal nuclear, la relación es hoy algo diferente.
Sin olvidar que China es el aliado principal del régimen liderado por Kim Jong-un, Rusia ha ido aumentando su interés por Pyongyang, sobre todo a raíz de su invasión de Ucrania. Antes de febrero de 2022 la relación comercial se limitaba a la exportación mensual de 400 toneladas de petróleo ruso, al mantenimiento de enlaces ferroviarios y marítimos entre ambos países, al envío de trabajadores norcoreanos a Rusia y a la ayuda alimentaria rusa para paliar los efectos más visibles de las hambrunas que periódicamente asolan a Corea del Norte.
La invasión rusa de Ucrania ofreció a Kim Yong-un la oportunidad de hacerse más importante a ojos del Kremlin. Corea del Norte no solo fue uno de los cinco países que votaron en contra de una resolución de la Asamblea General de la ONU que condenaba dicha invasión, sino que desde el principio ha reconocido la anexión rusa de los cuatro oblast ucranianos que la gran mayoría de miembros de la comunidad internacional sigue considerando territorio ocupado ilegalmente por Moscú. Esa toma de posición dio paso, en septiembre de 2023, a la segunda visita del mandatario norcoreano a suelo ruso (la primera había sido en 2019) y, en junio de 2024, a la visita por parte de Vladimir Putin. Como resultado, ambos países han firmado un acuerdo integral de asociación estratégica, ratificado por el parlamento ruso en octubre.
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