Desde 1790, Estados Unidos elabora un censo que divide a los ciudadanos en categorías raciales. Estas categorías se han transformado radicalmente a lo largo de los últimos 220 años, conforme se transformaba la demografía del país. En 1790, las categorías eran tres: «blancos libres», «otras personas libres» y «esclavos». En los dos siglos siguientes, se fueron añadiendo nuevos grupos, que se identificaban con categorías raciales amplias (“asiáticos”) o subcategorías más específicas («coreanos», por ejemplo, apareció en 1920, se retiró en 1950, volvió a aparecer en 1970 y quedó asimilada a la denominación de «asiáticos» en 2000).
El censo más reciente, realizado en 2010, divide a los estadounidenses en: «blancos», «negros o afroestadounidenses», «nativos americanos o de Alaska», «asiáticos», «hawaianos o de otras islas del Pacífico» y «otras razas». En 1980, debido al enorme incremento en la población de origen «hispano», se añadió esta subcategoría (a sus miembros en inglés se les prefiere denominar «latinos»), con una nota al margen para indicar que se trata de un grupo étnico y no de una raza.
Raza y etnia siempre han estado separadas por una línea poco nítida en EEUU, y la manipulación política de los distintos grupos raciales –especialmente visible en la reciente campaña electoral– ha encendido el debate sobre a qué personas engloban exactamente cada una de esas categorías. En 1997, la American Anthropological Association (AAA) advertía de los peligros que entrañaba dividir a los estadounidenses según razas: «A lo largo de los últimos 50 años, se ha demostrado científicamente que la ‘raza’ no es un fenómeno real y natural», escribían. «Ciertas categorías más específicas y de tipo social, como el ‘grupo étnico’, son más relevantes a efectos científicos y acarrean menos connotaciones negativas en torno a las cuales se desarrolló el concepto de raza». Las recomendaciones de la AAA no…