En principio se ha despejado la duda: Israel ha respondido militarmente al ataque sufrido el pasado día 13 por parte de Irán. Una duda que, en realidad, no existía, dado que en función de la dinámica de confrontación que ambos países mantienen desde hace años, era obvio que el gobierno liderado por Benjamin Netanyahu iba a procurar cuanto antes restablecer la disuasión por vía militar. Lo que queda por ver, derivado de esa misma dinámica de acción y reacción, es cuál puede ser el siguiente paso del régimen iraní.
El ataque está todavía rodeado de sombras. Por un lado, sigue habiendo titubeos a la hora de identificar los medios empleados por las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), dado que unas fuentes hablan de aviones y misiles –que tendrían que haber sobrevolado espacio aéreo de algunos países árabes–, mientras que otras lo reducen a un simple ataque con drones– que habrían salido del interior del territorio iraní. Tampoco se conoce en detalle cuáles han sido los objetivos batidos, aunque la Agencia Internacional de la Energía Atómica ya confirma que no hay ninguna instalación nuclear iraní dañada.
Al parecer, más allá de indicios de explosiones de escasa entidad en alguna localidad iraquí y siria, todo indica que ha sido atacada la base aérea próxima a Isfahan, donde se localizan los anticuados aviones F-14 de origen estadounidense que todavía conservan las fuerzas armadas iraníes. También se hace referencia a explosiones en otras localidades, pero igualmente en un nivel muy limitado.
Lo más positivo es el afán de todos los actores implicados en la confrontación de rebajar el tono. Así lo ha hecho el propio régimen iraní, declarando que no ha habido ningún ataque desde el exterior, con el argumento de que el espacio aéreo nacional no ha sido violado en ningún caso; obviando…