POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 85

Civilizaciones y barbarie, 2

Editorial
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Sí, ha sido un mal año. El tétrico Osama bin Laden surge como protagonista de la historia; las Torres Gemelas se hunden entre nubes de polvo y llamas de queroseno, wagnerianamente; el inútil escudo protector sigue sin pruebas… Entretanto, la Unión Europea pasa por una fase de ensimismamiento, de idiotizante parálisis, la sangre corre en tierras israelo-palestinas. Japón cae, Argentina se hunde y la primera potencia petrolera se tambalea, mientras cinco mil príncipes saudíes festejan el inquietante fin de año con caviar y Chivas Regal en taza de té; los ulemas, mudos, les observan. Happy New Year!

Y sin embargo todo puede mejorar. El músculo financiero mostrado por americanos y europeos es potente. Y el músculo de las ideas, a ambos lados del Atlántico, lo es más aún. Los gigantes chino e indio evolucionan prudentemente. En el mundo musulmán, la corriente más abierta avanza desde Rabat hasta Yakarta. Otro dato positivo: los esfuerzos policiales de Ariel Sharon logran lo contrario de lo que pretenden al reforzar la resistencia que querían destruir… Sí, hay algunas perspectivas favorables.

La vida es impredecible y a veces generosa… Decimos esto después de ver, en diciembre, las dos cintas magnéticas en que Bin Laden habla de los atentados del 11 de septiembre. Se descubre ahí la dimensión mental de un pobre tipo en los años más oscuros de la Alta Edad Media. Dos documentos de sorprendente vulgaridad, con 76 menciones a Dios: una conversación que resultaría difícil de grabar hoy entre dos sacristanes de Las Hurdes. El padre de Al Qaeda, incapaz de entender lo que representa cada vida individual grita su alegría por el hundimiento de las Torres Gemelas, como si hubiera matado moscas con insecticida. “Al cabo de un rato anunciaron que otro avión se había estrellado contra el World Trade Center. Los…

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