Autor: Kai Bird & Martin J. Sherwin
Editorial: Debate
Fecha: 2023
Páginas: 864

Ciencia, tecnología y valores

La biografía sobre Oppenheimer plantea la madre de todos los pactos faustianos: ¿qué supone para un científico con valores y empatía participar en el desarrollo de un arma genocida?
Pedro Rodríguez
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Por qué la gran biografía de Robert Oppenheimer resulta tan relevante en tiempos de grandes incertidumbres y profundos dilemas sin fronteras como los planteados por el auge de la Inteligencia Artificial (IA), el envite del nacional-populismo y el pulso de las autocracias?

El verano de 2023, para la cultura popular globalizada, ha sido el verano de Barbenheimer. Un verano marcado por el estreno de dos películas que, a pesar de sus contenidos diametralmente opuestos, se han convertido en esperanzadores éxitos de audiencia en las salas de cine amenazadas de muerte por las plataformas digitales. Por un lado, Barbie, la comedia rosa dirigida por Greta Gerwig que se ha convertido en la primera mujer cineasta en lograr una taquilla superior a los mil millones de dólares en toda la historia de Hollywood. Y, por otro, Oppenheimer, un thriller biográfico dirigido por Christopher Nolan.

En el caso de Barbie, entre los ingredientes que explican su éxito figura la poderosa nostalgia de juegos infantiles mezclados con el pulso más actual contra el heteropatriarcado. También destaca el modelo de negocio desplegado por la compañía Warner Bros que no ha dudado en invertir tanto o más dinero en promoción que en producción.

La popularidad de Oppenheimer, sin embargo, resulta mucho más complicada de explicar. Aunque quizá su principal acierto es que se trata de una inquietante historia muy acorde con los tiempos en los que vivimos. Estaríamos ante ese infalible velcro emocional que une la imaginación con la experiencia.

El punto de partida de todas estas disquisiciones es la espléndida biografía sobre el físico J. Robert Oppenheimer, líder decisivo del programa nuclear de Estados Unidos que culminó con la bomba atómica utilizada contra Japón para saldar la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. Titulado Prometeo americano –referencia mitológica al titán que desafió a los dioses robándoles el fuego para compartirlo con los mortales–, el prolijo libro refleja los 25 años de trabajo invertidos por el historiador Martin J. Sherwin y completados por el periodista Kai Bird. El resultado de todo este esfuerzo de prosa e investigación son más de 850 páginas que en el fondo sirven para ilustrar con toda clase de detalles, a veces excesivos, los triunfos y tragedias que caracterizan el llamado Siglo Americano asociado al irreversible protagonismo de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial.

 

«Lo que queda claro tras la lectura del libro es la realidad de un físico teórico con las cualidades carismáticas de un gran líder, con valores y empatía y, como decía uno de sus mejores amigos, tan sabio para algunas cosas y tan tonto para otras»

 

La complejidad del libro hace justicia a una figura como la de Robert Oppenheimer, que como otros tantos genios era un enigma en vida. Y una vez muerto, su legado se vio todavía más difuminado por un sinfín de mitos, controversias y misterios generados al calor “conspiranoico” de la Guerra Fría. En cualquier caso, pese a sus muchas ambigüedades, de lo que no queda duda alguna tras la lectura de esta biografía, es la realidad de un físico teórico con las cualidades carismáticas de un gran líder, con valores y empatía, y, como venía a decir uno de sus mejores amigos, tan sabio para algunas cosas y tan tonto para otras (very wise and very foolish).

Durante el proyecto Manhattan iniciado por la Administración Roosevelt tras las advertencias de Albert Einstein sobre el interés militar y ventaja universitaria de los nazis, Oppenheimer congregó en Los Álamos a toda clase de científicos para desarrollar el arma atómica. Con una media de edad que no llegaba a los treinta años, fue capaz de organizar y obtener lo mejor de cada uno de los especialistas reunidos en el laboratorio improvisado en su querido Nuevo México. Incluso llegó a compensar la carencia de mujeres entre la plantilla de investigadores colocando a sus esposas en puestos auxiliares pero con acceso a información confidencial, contraviniendo las estrictas medidas de seguridad impuestas por el Pentágono.

Cuando en el curso de su trabajo, estos jóvenes investigadores llegaban a un obstáculo técnico o punto muerto que parecía insalvable, Oppenheimer se reunía con el grupo empantanado. Se sentaba, no en el centro, y los escuchaba discutir entre ellos atentamente. Muchas veces en silencio, sin interrumpirles. Como mucho, guiaba la conversación con alguna pregunta escueta. Oppie no tenía todas las respuestas a todos los problemas, pero al final de esas deliberaciones constructivas, siempre se encontraba la fórmula para superar los bloqueos.

Al tratarse de la bomba atómica, obviamente esta biografía no se reduce a una apoteosis de la ciencia y la razón. El libro plantea la madre de todos los pactos faustianos que supone para un científico con valores y empatía participar en el desarrollo de un arma genocida. Es verdad que Oppenheimer no tuvo especiales reparos en ganar esta batalla tecnológica a los nazis y utilizar su resultado contra Japón. Pero también es verdad que, ante la escalada forzada por la competencia militar con la Unión Soviética, no pudo renegociar los términos del mundo mucho más peligroso nacido de Los Álamos.

 

«Resultan inevitables las comparaciones entre la inicial bomba atómica y la nueva era que en nuestros días plantea la IA. Ambas generan temores sobre el auge de tecnologías difícilmente controlables con un inmenso potencial de daño»

 

En este sentido, resultan inevitables las comparaciones entre la inicial bomba atómica de los años cuarenta y la nueva era que en nuestros días plantea la IA. Ambos desarrollos están generando recurrentes temores sobre el auge de tecnologías difícilmente controlables con un inmenso potencial de daño para la humanidad. Empezando por Henry Kissinger, no faltan advertencias sobre hasta qué punto la IA puede escapar a sus creadores, con planteamientos inquietantemente similares a los ya apuntados hace ocho décadas en los albores de la era nuclear. Una vez más, se invierte mucho en capacidades para el presente, pero muy poco en proteger el futuro.

Entre la historia de EEUU que no se repite pero rima bastante, resulta también difícil de evitar los siniestros parecidos entre el macartismo de los años cincuenta y el trumpismo que ha conseguido degradar la política americana hasta extremos irreconocibles. El clima de histeria anticomunista que logró fomentar el senador Joseph McCarthy terminó arruinando la reputación oficial de Oppenheimer, distorsionando su innegable izquierdismo y compromiso personal con causas como la guerra civil española. Al retirársele de forma injustificada sus credenciales de seguridad, el daño en su reputación fue muy superior a cualquier intento de reparación posterior.

En la intersección de macartismo y trumpismo se aprecian elementos tan desgraciadamente familiares como el enfrentamiento de élites siniestras contra el pueblo bueno; el líder providencial que habla por el resto y representa las esencias nacionales; las mentiras como herramienta no solo electoral sino también de gobierno; las teorías conspirativas que degradan el tejido de la realidad; el discurso público corrosivo que apela a los más bajos instintos; la exaltación de lo irracional; el supremacismo; el nacionalismo; las inclinaciones autoritarias; la transformación de la política en morboso espectáculo; la construcción de realidades paralelas; el forzado planteamiento de amenazas existenciales; la polarización extrema… y demás elementos que impulsan con tanta fuerza la puerta giratoria del nacional-populismo.

La gran ironía de leer Prometeo americano es que inspira más pesimismo que optimismo, sobre todo al contrastarse con la actualidad internacional. El sangriento pulso planteado por los autócratas en todo el mundo viene acompañado de una terrible proliferación de la multiplicada tecnología nuclear alumbrada por Oppenheimer. El camino para que lo impensable se haga realidad empieza por amenazar y banalizar el uso de unas armas apocalípticas pensadas para tiempos en los que las democracias liberales estaban amenazadas de muerte. ●