Desde que un ataque informático al sitio web del gobierno catarí, en junio de 2017, provocase la crisis diplomática más profunda en el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) desde su creación, los Estados del Golfo han redoblado sus esfuerzos para aumentar su influencia cibernética. Una noticia falsa –una semilla de desinformación plantada en una tierra de antiguas tensiones– aprovechó la polarización regional y el sentimiento antiiraní para dividir aún más la región. La crisis catarí no solo acrecentó las diferencias una zona clave para los intereses de Estados Unidos y la Unión Europea, poniendo en entredicho los acuerdos sobre la seguridad regional, sino que mostró hasta qué punto el afán de lograr unos objetivos geopolíticos expansivos mediante ciberataques puede provocar conflictos y crisis políticas en un abrir y cerrar de ojos.
El ámbito cibernético se está convirtiendo en un frente de batalla esencial de la geopolítica. La innovación digital ofrece a los rivales más oportunidades para encontrar vulnerabilidades que anulen la capacidad económica y militar de un país. En los últimos años, los gobiernos y los grupos no estatales de Oriente Próximo y el Norte de África (MENA, por sus siglas en inglés) han realizado grandes esfuerzos para dotarse de una capacidad cibernética.
Aspectos digitales de la geopolítica
Las operaciones rusas en EEUU, Francia y en toda Europa han mostrado que es posible causar estragos políticos con la ayuda de herramientas cibernéticas. Con la digitalización de las industrias, la geopolítica –el uso del poder político y diplomático y de los recursos para conseguir influencia en los asuntos internacionales– se aleja cada vez más de su marco geográfico original. El ciberespacio –la red mundial de tecnología de la información interconectada en la que se incluye el hardware, el software y la información– constituye una de las mayores armas…