China, gracias a su situación geoestratégica, y aunque su camino hasta convertirse en un poder global no sea lineal, estará, de forma constante, en el centro neurálgico de las grandes decisiones estratégicas de la política internacional. Robert D. Kaplan
Recordando a Halford Mackinder, el periodista y analista Robert Kaplan afirma que China es capaz de combinar la modernidad occidental más extrema con una civilización “hidráulica”, propia de los países de Extremo Oriente. “Son capaces de conquistarte cuando así lo desean y también de aplastarte si es su voluntad.”
Una vez consolidadas sus fronteras, China comienza ahora su proyección exterior, pero evitando el carácter “misionero” y de difusión de un determinado sistema de gobierno característico de la política exterior de Estados Unidos. Pekín es consciente, por el contrario, de que su sistema de gobierno no tiene por qué ser exportable. Defiende un pragmatismo absoluto. Persigue sus intereses, como obtener la energía y los metales estratégicos imprescindibles para su desarrollo, así como garantizar los alimentos para su enorme población, y todo ello con una administración de los tiempos políticos y una estrategia propia y dispar de la occidental.
Y, con todo, China está en la cresta de la ola. Tiene el potencial de ser el mercado más grande de Asia, y al tiempo mantiene el presupuesto de defensa más elevado del continente. Pero China debe analizarse en clave regional, y es preciso distinguir entre economía y política. Cabe señalar la experiencia de Hong Kong, integrada en el sistema político chino y que, sin embargo, mantiene prácticamente incólumes las estructuras económicas arbitradas durante la colonia británica.
China quiere un diálogo entre iguales con EE UU, sin necesidad de ceder espacios en Asia y contribuyendo al equilibrio mundial
En los últimos años hemos visto cómo la integración comercial entre las economías…