POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 220

Si bien China y la Unión Europea pueden tener intereses comunes en cuestiones concretas, sus diferencias, incluso en sus preferencias sobre el diseño del sistema internacional, no son desdeñables. GETTY

China y la Unión Europea

Las relaciones entre China y la Unión Europea están marcadas por tensiones cada vez mayores. A pesar de toda esa rivalidad, la UE quiere mantener una relación constructiva con China siempre que ésta la respete como potencia geopolítica.
Gracia Abad Quintanal
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 El ascenso de China es sin duda uno de los procesos más trascendentales en las relaciones internacionales contemporáneas. Para la República Popular China ha supuesto ocupar una de las primeras posiciones en términos de poder, tanto político, como militar, económico, o de opinión…, y le ha permitido ampliar progresivamente su influencia en el contexto internacional.

Esta influencia descansa tanto en los elementos de poder duro como blando que la República Popular China ha sido capaz de desarrollar y consolidar. Entre estos elementos y más allá de la capacidad de proyección de fuerzas evidenciada por Pekín en el Océano Pacífico -que se apoya en la posesión de una marina considerada ya como la mejor del mundo- hay que mencionar su consolidación como segunda potencia económica mundial. Pero también la integración en el sistema internacional que hábilmente ha logrado en las últimas décadas, hasta ser considerada recientemente, incluso por los estados occidentales, como una potencia responsable y con capacidad de hacer una aportación constructiva al mantenimiento del sistema internacional.

Por otro lado, fundamentalmente desde la última década del siglo pasado, la Unión Europea se ha consolidado como un proceso de integración único y probablemente no imitable, que ha avanzado hacia la cesión de soberanía y la acción conjunta en ámbitos impensables, incluido el de la seguridad y la defensa. Esa evolución le permitió reclamar un papel como actor global en las relaciones internacionales y le llevará a tratar de afirmarse no ya como un actor sui generis o una potencia civil, sino como un actor completo y dotado de una dimensión geopolítica.

En estas circunstancias, la relación entre China y la UE que no ha estado nunca libre de tensiones pero era considerada beneficiosa por ambas, se ha enrarecido progresivamente. En otras palabras, la consolidación simultánea del peso y el poder en el plano internacional de la Unión Europea y la República Popular China viene acompañada de un considerable aumento de la tensión entre ellas, que se pone de manifiesto en el cambio en la catalogación que la Comisión hace de la RPC: pasa de considerarla un “aliado estratégico” a denominarla “socio, competidor y lo que es incluso más relevanterival sistémico”.

 

Los motivos de tensión

Si bien China y la UE pueden tener intereses comunes en cuestiones concretas, sus diferencias, incluso en sus preferencias sobre el diseño del sistema internacional, no son desdeñables.

Hay que constatar los choques entre ambas en materia de derechos humanos o soberanía, así como sobre la preferencia de un mundo multipolar, característica de China, frente al multilateralismo de la UE, y el contraste entre la aproximación realista y pragmática de Pekín y la normativa y liberal de Bruselas.

Los elementos de desencuentro se hacen más numerosos y más pesados con el paso del tiempo, hasta el punto de que podríamos hablar de dos etapas diferenciadas en la relación entre la RPC y la UE:

. – 1ª etapa: 1991-2018: En el contexto de la emergencia de la Unión Europea y, en buena medida por su impulso, se abre paso una cooperación cada vez más amplia y más institucionalizada con la República Popular China.

. – 2ª etapa: 2018 en adelante: La progresiva evolución geopolítica de la Unión Europea junto a la creciente asertividad y los pasos dados por la RPC pronto acarrean un incremento de las tensiones y la multiplicación de los intereses en conflicto.

 

La primera etapa

 En los años noventa, de la mano del Tratado de Maastricht y la consecución de la unión política, la Unión Europea comienza a consolidar su papel como actor global. Sin embargo lo hace en un momento en que el eje de los asuntos internacionales parece bascular desde el océano Atlántico al Pacífico, algo que implica consolidar su presencia en una zona en la que no tenía intereses específicos y en la que no jugaba ningún papel en los equilibrios de poder.

La relación con China, que se había visto golpeada poco antes, en 1989, por la imposición de sanciones de la UE a la RPC tras los sucesos de Tiananmen, tendría que esperar a 1994 para reanudar el diálogo.

Así, aunque a principios de la década la relación estuvo plagada de dificultades, para finales se daba ya una creciente institucionalización de la misma aunque las tensiones serán siempre una constante. Entre las diversas causas de tensión destacan el déficit comercial de la UE con la República Popular China, el embargo de armas y los desacuerdos en materia de derechos humanos.

A esto hay que añadir las tensiones derivadas del choque entre el enfoque normativo de la Unión Europea y las preferencias de Pekín respecto al orden mundial, nada acordes a las normas auspiciadas por la UE.

En los años siguientes, la relación se mantendrá, pero con una creciente preocupación de la Unión Europea ante el incremento del presupuesto de defensa de la RPC y la creciente penetración de China en la economía europea de la mano tanto de la IED (Inversión Extranjera Directa) en sectores estratégicos como de la compra de deuda y la activísima diplomacia de Pekín desde principios de la década de 2010.

 

La segunda etapa

En esa nueva atmósfera de tensión y desconfianza crecientes, en marzo de 2019 la Comisión Europea pasa a considerar a China “un socio, un competidor y un rival sistémico”.

Esa tensión se incrementó con la pandemia de COVID 19 que supuso un nuevo punto de no retorno en el enrarecimiento de la relación. Los acontecimientos que rodearon al origen y desarrollo de la pandemia proporcionaron el contexto para un desencuentro de gran calado y con proyección en el tiempo entre la Unión Europea y la República Popular China. En otras palabras, el conflicto derivado del origen de la pandemia y su gestión afectó a la relación a largo plazo y lejos de atenuarse, se hizo más pronunciado con el tiempo.

 

«Bruselas quiere revertir la tendencia negativa en sus relaciones con China, pero Pekín debe tratar a la UE como una potencia geopolítica por derecho propio”

 

El Parlamento Europeo fue especialmente crítico en su primer informe sobre los orígenes de la pandemia y la gestión de la situación hecha por Pekín. China trató de silenciar a la UE, algo en lo que tuvo cierto éxito, al menos inicialmente. Bruselas optó por suavizar su informe inicial relativo a la desinformación, centrado en aspectos como los intentos de China por ocultar los orígenes del COVID, las criticas chinas a los gobiernos europeos o la colusión con la Federación Rusa para promover entre los ciudadanos europeos la desconfianza de sus gobiernos e instituciones.

Precisamente de la mano de la Federación Rusa vino el motivo del siguiente desencuentro serio entre Pekín y Bruselas. La Unión Europea y la República Popular China han mantenido posturas muy alejadas sobre la guerra de Ucrania.

 

La guerra de Ucrania

El desacuerdo respecto a la guerra en Ucrania reviste más gravedad porque incide en las cuestiones de valores fundamentalmente que siempre han separado a los dos actores. La preocupación de la UE ante el posicionamiento de Pekín sobre la guerra en Ucrania ha estado relacionada fundamentalmente con tres cuestiones: la contraposición entre valores e intereses y la necesidad de no renunciar ni a unos ni a otros; la sombra del problema de Taiwán que planea sobre el conflicto en Europa y la posición china respecto a las acciones rusas en Ucrania, inicialmente ambigua y posteriormente alineada con Rusia de forma cada vez más explícita.

Buena muestra de la posición ambigua planteada por la RPC inicialmente es la afirmación del embajador chino ante la UE, Fu Cong quien el 5 de abril de 2023 afirmó que “China no reconoce a Crimea como rusa, como otros territorios de Ucrania ‘incluidos’ en la Federación Rusa”.

Otro tanto cabe decir de la afirmación del propio Fu Cong de que “la amistad sin límites entre Pekín y Moscú no es más que un artificio retórico”. Pero no hay que perder de vista que ambas afirmaciones no solo son del representante chino ante la Unión Europea, que puede tener especial interés en mantener una posición próxima a esta última, sino que tuvieron lugar hace ya más de un año.

El ministro de Asuntos Exteriores chino ha expresado reiteradamente y cada vez con más claridad la necesidad de “abordar las ‘preocupaciones legítimas’ de todas las partes”, por sorprendente que resulte aplicar el calificativo de “legítimas” a las preocupaciones de la Federación Rusa.

En esa misma línea, el presidente chino insistía en su visita a Moscú en marzo de 2023 en que “se avecina un cambio que no se ha producido en cien años y lo estamos impulsando juntos”. Dejan claro dónde se posiciona la República Popular China, al tiempo que los líderes chinos hablan siempre de la “crisis ucraniana” y evitan hacer referencia a la agresión rusa al país vecino.

 

La reacción europea

 Las cada vez mayores tensiones y la creciente gravedad de las diferencias entre la UE y la RPC han llevado a la primera a ser cada vez más firme y a pasar incluso de las palabras a los hechos.

Dos iniciativas de la Unión Europea deben considerarse como especialmente representativas del endurecimiento de su aproximación hacia China: por un lado, y aunque con notables reticencias iniciales pese a la creciente presión de Estados Unidos para actuar en ese sentido, la Unión Europea ha puesto en marcha un proceso de derisking (reducción de riesgo) en sus relaciones con China tratando de reducir las vulnerabilidades que tenía frente a la potencia asiática y las dinámicas generadas o promovidas por ella.

Por otra parte, incluso con anterioridad al derisking, la UE tomó la decisión, mucho tiempo postergada, de preparar una estrategia para el Indopacífico que es una respuesta a la iniciativa china de la Franja y la Ruta y, más en general, a la decidida estrategia china de proyección de influencia.

La estrategia para el Indopacífico ve la luz finalmente en 2021 después de que la UE acabara por vencer las reticencias de algunos estados miembros, como Francia, Alemania o Países Bajos, que se habían opuesto durante mucho tiempo.

Este cambio se debe al deseo de la Unión Europea de no quedarse al margen del nuevo orden mundial en gestación que, al margen de cómo sea finalmente, tendrá en el Indopacífico su escenario fundamental.

Sin embargo, la aproximación de la UE es esta vez diferente, en consonancia con su giro geopolítico. Como muestra, las palabras de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Layen, el 5 de marzo de 2023: “Queremos un Indopacífico en paz y próspero. Debe ser libre, abierto, interconectado, con una arquitectura de seguridad basada en normas y que sirva a todos los intereses. Seguiremos animando a Pekín a que desempeñe su papel en una región indopacífica en paz y próspera”.

La estrategia europea para el Indopacífico tardó en ver la luz, entre otras cosas por los temores a que impactara de forma negativa en la relación con China. La voluntad de la UE sigue siendo, al menos en parte, revertir la dinámica negativa en la que parecen haber entrado las relaciones. Sin embargo, en Bruselas está claro que para que eso ocurra es necesario también que la RPC modifique su actitud. El alto representante para la política exterior y los asuntos de seguridad, José Borrell, señaló que “queremos revertir la tendencia negativa de los últimos años en las relaciones UE-China. Pero para poder hacerlo, China también debe tener más responsabilidad”.

Al propio tiempo, la Unión Europea comienza a pedir a China cada vez con más insistencia que la trate con mayor respeto y como el actor político que quiere ser. El propio José Borrell señalaba que China tenía que “tratar a la Unión Europea como una potencia geopolítica por derecho propio” o que “la Unión Europea toma en serio a China y espera lo mismo a cambio”.

 

Conclusiones

Desde antes incluso de la consecución de la unión política, las entonces comunidades europeas han buscado evitar quedarse al margen de un orden mundial que tuviera su principal foco de acción en Asia. El ascenso de China es, si cabe, uno de los procesos que más ha impulsado ese movimiento en el orden mundial, de ahí que las relaciones con la potencia asiática hayan sido siempre muy importantes para la Unión Europea.

Como hemos expuesto, es posible identificar al menos dos fases. La segunda está marcada por unos niveles de conflicto sensiblemente mayores que los registrados en la primera y por la adopción por parte de la Unión Europea de medidas de una firmeza impensable no hace tanto. Con todo, la voluntad europea parece seguir siendo la de mantener una relación constructiva, incluso cooperativa con la República Popular China siempre, eso sí, que ésta última vuelva a actuar de manera responsable y respete a la UE como la potencia geopolítica en la que está tratando de convertirse.