A lo largo de los últimos años, la diplomacia china se ha vuelto más activa y firme. La iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, dada a conocer en 2013, ha llevado a Pekín a ampliar de manera significativa sus inversiones e influencia en todo el mundo. Haciendo gala de un poder y confianza crecientes, China se muestra cada vez más contundente y asertiva en la defensa de sus intereses nacionales, lo que podría perjudicar su ya débil “poder blando” y las relaciones que mantiene con otros países.
A lo largo de 2020, el ministerio de Relaciones Exteriores chino está adoptando un tono cada vez más estridente contra Estados Unidos, Australia, Canadá, India o República Checa, entre otros. Conocida como “diplomacia del lobo guerrero” (wolf warrior), esta nueva actitud parece gozar de cierta popularidad dentro del país y apuntala la presumible supuesta transición de la diplomacia china, tradicionalmente conservadora, pasiva y de bajo perfil, hacia la firmeza, la proactividad y la exposición.
Lobo Guerrero (2015) y su secuela Lobo Guerrero II (2016) son películas de acción de gran éxito en China, en las que fuerzas de operaciones especiales chinas luchan heroicamente contra el tráfico de drogas o participan en misiones humanitarias. La saga ha sido todo un acicate cinematográfico para el orgullo nacional y el patriotismo de la ciudadanía china. La diplomacia del lobo guerrero aludiría pues a la labor emprendida por los diplomáticos chinos en pro de los intereses nacionales de China, que ha tomado un cariz prepotente y a menudo conflictivo. Un ejemplo de ello lo dieron los portavoces del ministerio de Relaciones Exteriores, Hua Chunying y Zhao Lijian, cuando respondieron por Twitter a las críticas internacionales sobre la gestión china del brote de Covid-19 y la baja calidad de los materiales sanitarios exportados…