Hace más de una década, Australia se convirtió en el principal socio comercial de China, arrebatándole el puesto a Japón. Desde entonces, ha habido altibajos en la relación bilateral, desde la firma de un tratado de libre comercio a la detención de ciudadanos australianos por razones aparentemente políticas. A lo largo de 2020, la política china hacia Australia ha sido el centro de atención global, pues el gigante asiático ha decidido poner a prueba la posición de Australia con una batería de sanciones económicas y políticas. El resto del mundo presta atención: hoy pocos países parecen inmunes a la ira china, y el ejemplo de Australia resulta muy instructivo.
La postura cada vez más inflexible de China sobre Australia traerá consigo resultados favorables para Pekín. La experiencia australiana, sumada a las amenazas chinas en diversos ámbitos, podría hacer que otros países capitulasen o al menos accedieran de forma preventiva a las exigencias chinas. Son muchos los ejemplos a lo largo y ancho de Europa: la Unión Europea ha suavizado sus críticas contra China a cuenta de la pandemia del coronavirus tras la advertencia de represalias económicas; República Checa recibió amenazas similares por la propuesta de visita a Taiwán de un legislador checo; los fabricantes de automóviles alemanes han sido advertidos sobre su futuro en el mercado chino si Berlín continúa ofreciendo resistencia a la red 5G de la compañía de telecomunicaciones china Huawei; Reino Unido ha sido intimidado de igual modo debido a su posición sobre esta cuestión, sobre las manifestaciones en Hong Kong y sobre las violaciones de los derechos humanos de la etnia uigur en la provincia china de Xinjiang.
El gobierno australiano ha tomado decisiones relativas al papel de Huawei en su red 5G, ha legislado para evitar la injerencia extranjera y ha criticado las políticas de…