América Latina debería mejorar y profundizar su alianza por el desarrollo con China para hacer frente a sus desafíos actuales. En las últimas décadas, el centro de gravedad de la economía mundial se ha desplazado desde las economías de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) hacia las economías emergentes, un fenómeno conocido como “desplazamiento de la riqueza mundial”. Durante la primera fase de este proceso, iniciado a principios de la década de 2000, la relación comercial entre China y América Latina se expandió considerablemente. Dicha relación está pasando hoy por un momento de cambio.
De cara al futuro, la competitividad de América Latina dependerá de su capacidad para implementar reformas que busquen mejoras en la productividad y la innovación, la diversificación y búsqueda de valor agregado de la producción, la inversión en capital humano y competencias y la creación de empleo formal para hacer frente a los retos y oportunidades planteados por China y la denominada “nueva normalidad”.
Cadenas de valor, diversificación y servicios
El comercio entre América Latina y China, que experimentó una expansión sin precedentes en los últimos años, ha mostrado también las debilidades estructurales de un crecimiento basado en las materias primas. Aunque el vínculo comercial continúa siendo dominante, el contexto y la dinámica de esta relación han cambiado. China atraviesa una importante transformación estructural e implementando una ambiciosa agenda de desarrollo, en lo que se conoce como la “nueva normalidad”: una transición caracterizada por el menor dinamismo en el crecimiento y la mayor dependencia del consumo interno; una transformación social acompañada de envejecimiento demográfico, urbanización y aumento continuo de los hogares de renta media; y un proceso de transformación estructural que conducirá la estructura productiva hacia industrias y actividades intensivas en conocimiento y tecnología, al tiempo que se mantiene un fuerte…