Consciente de ser el país que más se ha beneficiado de la globalización, China se prepara para dar forma a una gobernanza global más inclusiva que le garantice la lealtad de los países con los que está dispuesta a establecer un mundo multipolar. Incómoda por la realidad que revela que no cuenta ni siquiera con un amigo entre sus muchos vecinos, Pekín se esfuerza por convencer al mundo de que su ascenso es pacífico y no persigue un interés económico único, sino que está presto a compartir sus logros. El objetivo prioritario de la política exterior china sigue siendo el beneficio económico con el que seguir impulsando su desarrollo y los avances tecnológicos que están transformando la realidad del siglo XXI. La crisis de 2008 llevó a Pekín a la conclusión de que el modelo económico de Occidente estaba obsoleto y se necesitaba otro más interdependiente, capaz de abordar los retos que exige un desarrollo económico sostenido.
Apoyada en el libre mercado y en la apertura al mundo como condiciones indispensables para su objetivo prioritario, China se asoma al turbulento escenario internacional que le toca liderar convencido de que el regionalismo es fundamental para impulsar la estabilidad y seguridad que la economía y el desarrollo global necesitan.
Ha hecho frente común con la Unión Europea en la defensa de una alianza verde para reducir las emisiones de carbono, fomentar la energía limpia e intensificar la lucha contra el cambio climático. Alarmado por la contaminación generada por tres décadas de crecimiento en las que todo era válido, Pekín ha convertido la protección del medio ambiente en una “cuestión de seguridad nacional”, califica el Acuerdo de París de “logro histórico e irreversible” y entiende la lucha contra el cambio climático, en tanto que “factor multiplicador de la fragilidad social y política”, como…