El 11 de diciembre de 2001 se produjo el evento económico llamado a definir el siglo XXI: la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Después de 15 años de intensas negociaciones, el país consiguió entrar en la organización bajo la cláusula de “nación más favorecida”, accediendo con ello a los principales mercados del mundo. El país asiático pasaba así a competir por la deslocalización en “primera división”.
El único gran país que quedó fuera del alcance de China fue Rusia. Hasta entonces, China solo había conseguido atraer a una parte mínima de la industria que se deslocalizaba de los países desarrollados en busca de costes de producción más competitivos. A partir de 2001, el interés por China se multiplicó, a lo que sumó la gran apuesta económica del gobierno chino por fortalecer el tejido productivo orientado a la exportación, con una regulación laboral casi inexistente.
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