Cuando cerramos este número, acaban de darse a conocer los resultados de las elecciones a la Duma rusa, el 19 de diciembre. El primer ministro, Vladimir Putin, sale reforzado de cara a las presidenciales de julio, al tiempo que las elecciones revelan la popularidad entre los rusos de la operación contra Chechenia.
El ejército de Moscú se comporta, una vez más, como un despiadado invasor de su propio país: ha bombardeado a ciegas ciudades y pueblos de Chechenia, una pequeña república de la federación, a la que dedicamos el primer trabajo de esta entrega. Según informa Holly Cartner, desde la dirección de Human Rights Watch, las fuerzas rusas se transformaron, después de ocupar Alkhan Yurt, en bandas sin control, que matan civiles en masa, y se apropian de sus bienes como botín, mientras las torturas y violaciones se sucedían.
Los ancianos, enfermos, heridos o refugiados caen bajo las bombas en la capital cercada, sin posibilidad de abandonarla. Cada refugiado que escapa ha de pagar a los soldados rusos, a escondidas, cuatrocientos rublos (2.400 pesetas), una suma no despreciable para los chechenos. Las convenciones de Ginebra, que Rusia ha suscrito, son habitualmente burladas. Los esfuerzos desplegados por la Unión Europea (UE) apenas han dado resultado.
En este escenario, el margen de influencia occidental es reducido. Pero con su actuación en Chechenia, Moscú podría precipitar su aislamiento internacional. Tampoco ayudan las declaraciones del presidente Yeltsin recordando su arsenal nuclear. Aunque, en este punto, tampoco la actitud norteamericana ha resultado afortunada. En octubre el tratado de prohibición total de pruebas nucleares (más conocido por sus siglas inglesas, CTBT) era rechazado por el Senado norteamericano. Con la firma del tratado, la Casa Blanca se había comprometido a suprimir los ensayos nucleares. Al negar la ratificación por dos tercios, (51 votos en contra y 48…