Cataluña y la crisis constitucional de España
El otoño sobresaltado de Cataluña –inaugurado con las sesiones atropelladas del Parlament en septiembre, culminado con la aplicación del Artículo 155 de la Constitución española y las elecciones del 21 de diciembre, e incluyendo la violenta jornada del referéndum del 1 de octubre– marca un punto de inflexión en la historia de la democracia en España. Medio año después llega una nueva hornada de libros para consolidar el procés como subgénero, a caballo entre la crónica periodística y el análisis político. A relatos como los de Jordi Amat, Santi Vila y Daniel Gascón se suma ahora Ignacio Sánchez-Cuenca, profesor de ciencias políticas y director del Instituto Carlos III-Juan March de Ciencias Sociales.
La confusión nacional es un libro breve y certero, en la estela de otros ensayos del autor, como La desfachatez intelectual (una crítica a las vacas sagradas de la intelectualidad española) y el reciente La superioridad moral de la izquierda, prologado por Íñigo Errejón. La tesis principal de Sánchez-Cuenca es que la crisis constitucional –que no un golpe de Estado, como ha sostenido enérgicamente– desatada a finales de 2017 representa un “fallo sistémico” de la democracia española. Fracasó un Tribunal Constitucional cerril y un sistema judicial intransigente; fracasó una clase política que optó por la represión antes que por el diálogo; fracasaron también los medios de comunicación, que avivaron la polarización, e incluso una opinión pública que se volcó en un populismo punitivo como respuesta al mal llamado “desafío catalán”. Una tesis contundente, expuesta con rigor.
Siguiendo a investigadores como Robert Fishman, Sánchez-Cuenca considera que el problema de España no se encuentra tanto en su sistema institucional –homologable al de otros países europeos– como en el nivel de sus prácticas democráticas, frecuentemente mejorables. Esta distinción cuidadosa entre categorías es común a lo largo del libro: siguiendo el trabajo Jordi Muñoz, La confusión nacional destaca que el nacionalismo español tiene una base liberal e inclusiva, pero su punto ciego son las demandas de plurinacionalidad dentro del Estado. Incapaz de asimilarlas, el nacionalismo español se gripa y el sistema político produce respuestas legalistas, basadas en una interpretación rígida de la Constitución, en claro contraste con la flexibilidad con que se aceptan las cesiones de soberanía a instituciones como la Unión Europea.
El problema de fondo sería el de la composición del demos: el sujeto que toma las decisiones en democracia. La independencia catalana introduce una clara tensión entre democracia –una mayoría en Cataluña desea la celebración de un referéndum de independencia– y Estado de Derecho –la Constitución, atendiendo a sus interpretaciones dominantes, no lo permite–. Lejos de abordarse este impasse con madurez y buscar un compromiso entre el principio constitucional y el democrático, en España se entremezclan de manera interesada. Su reconciliación, según Sánchez-Cuenca, “se ha decretado imposible”. Democracia equivale a Estado de Derecho –si bien el gobierno de Mariano Rajoy no tuvo miramientos a la hora de lanzar, en el plano mediático, una difícilmente legal “guerra sucia” contra sus enemigos–, por lo que no queda más salida que instar al govern a “cumplir la ley”.
Con un tono didáctico y ameno, La confusión nacional analiza la cuestión catalana en perspectiva. Aborda las diferencias entre nacionalismo, Estado y democracia, así como las forma en que estos conceptos se tergiversan en España. Examina el funcionamiento deficitario de nuestra “democracia legalista” ante el Plan Ibarretxe y la reforma del Estatut catalán. Presenta el caso de Canadá –que abordó las reivindicaciones de Quebec de manera respetuosa con el principio democrático, logrando además desactivar el movimiento independentista– como un modelo a seguir.
A modo de hoja de ruta, Sánchez-Cuenca propone reformar la Constitución para reconocer España como un país plurinacional y blindar las competencias autonómicas en un sistema genuinamente federal. La reforma sería sometida a una consulta en el conjunto del país. En caso de ser rechazada en Cataluña, se procedería a la realización de una segunda consulta, esta vez limitada a la región y planteando la posibilidad de la independencia. Un escenario en el que el independentismo no lograría imponer su discurso habitual, que señala a España como un país atrasado e irredimible.
Sánchez-Cuenca acierta cuando carga la responsabilidad de la crisis catalana principalmente sobre el gobierno del Partido Popular. A mayor autoridad corresponde un mayor grado de responsabilidad. Pero su relato podría beneficiarse de una visión menos indulgente de las autoridades catalanas. Aunque critica la vía unilateral de independencia, Sánchez-Cuenca evita examinar la frivolidad con que las élites procesistas buscaron activamente un choque de trenes con el Estado. En este sentido el periodista Guillem Martínez, a quien el autor cita repetidamente, ha realizado un análisis más acertado del procés. Con todo, La confusión nacional es una lectura urgente y muy recomendable.