El 2 de octubre Irlanda repite el referéndum sobre el Tratado de Lisboa. Con la ratificación aún pendiente en Alemania, Polonia y República Checa, la UE se enfrenta a una dura prueba de otoño. En medio de una crisis económica severa cuyo tratamiento exigiría una absoluta estabilidad institucional, la probable culminación del proceso de ratificación del Tratado de Lisboa en el actual semestre trae de nuevo a primer plano la renovación del marco político-jurídico de la Unión, y las consecuencias que este importante hito va a tener en la estructura comunitaria, incluyendo cambios y novedades de gran calado político.
En efecto, parece bastante verosímil que en el último trimestre del año el Tratado de Lisboa sea finalmente ratificado por todos los Estados miembros. El taoiseach Brian Cowen lo someterá a un nuevo referéndum en Irlanda el 2 de octubre –16 meses después de haber fracasado en el primero– apoyándose en las clarificaciones formales que le proporcionó el Consejo Europeo de junio. Esta vez las posibilidades de que el resultado sea positivo son altas. El desastre del movimiento Libertas de Declan Ganley en las elecciones al Parlamento Europeo, que ha provocado su retirada de la política, es un buen augurio, pues fue uno de los principales valedores del “no” en la consulta de junio de 2008. Además los irlandeses, golpeados con mucha dureza por la crisis económica, parecen haber comprendido la importancia de la Unión y de las políticas comunes para su propio desarrollo y estabilidad.
Si el resultado es afirmativo en Irlanda y si Alemania completa su proceso de ratificación antes de las elecciones del 27 de septiembre, una vez aprobada la ley de acompañamiento sobre las competencias de las cámaras nacionales que ha exigido el Tribunal Constitucional de Karlsruhe, los presidentes de Polonia, Lech Kaczynski, y de República Checa,…