Las severas condiciones de los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal no permitirán una recuperación a corto plazo que los ponga de nuevo en la senda de la estabilidad financiera y el crecimiento.
Las dudas en el seno de la Unión Europea, y más concretamente en la zona euro, a la hora de abordar las sucesivas crisis de la deuda soberana de los países periféricos, tienen un fondo político y evidencian que la solidaridad intraeuropea es demasiado débil entre Estados que comparten una misma moneda y un mismo destino. Como se ha repetido, los gobiernos europeos responden exclusivamente ante sus electores nacionales y en ocasiones les cuesta mucho cumplir sus responsabilidades comunitarias. Por otra parte, en muchos de los países afectados, tampoco existe la cohesión política interna imprescindible para hacer frente a situaciones tan duras, que les daría más solidez en los mercados financieros y ante sus socios.
En Portugal, el primer ministro, José Sócrates, del Partido Socialista (PS), en el poder desde 2005, pero gobernando en minoría desde 2009, presentó al Parlamento el 23 de marzo el cuarto Programa de Estabilidad y Crecimiento (PEC IV), una vuelta de tuerca más en el duro ajuste fiscal que debía evitar, en último extremo, que el país tuviera que acudir a un rescate de la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI)…