La carnicería en las calles parisinas supuso para los europeos un recordatorio brutal sobre la fragilidad del cascarón de seguridad en el que se han acostumbrado a vivir. Ahora existe un mundo de violencia alrededor del continente y, si los europeos quieren vivir tranquilos, van a tener que tomarse su defensa y su seguridad mucho más en serio que a lo largo de las últimas décadas.
Ante esta realidad, la reacción instintiva de la mayoría de los europeos es pensar en la OTAN. Así pues, se produjo una sorpresa generalizada cuando, tras los atentados de París, Francia no invocó el artículo 5 de la Alianza –la garantía de defensa mutua entre aliados–, sino su equivalente europeo, el Artículo 42.7 del Tratado de Lisboa. Esta cláusula tan poco conocida compromete a los Estados miembros de la Unión Europea a ofrecer “ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance” (sinónimo de “medios militares incluidos”) si uno de los suyos es “víctima de una agresión armada en su territorio”.
Los ministros de Defensa de la UE se reunieron sin demora en Bruselas. Al parecer, todos garantizaron su apoyo. ¿Pero para hacer qué, exactamente? Luego se supo que el seguimiento se realizaría a través de una serie de contactos bilaterales entre París y otras capitales europeas; las instituciones de defensa de la UE no desempeñarían ningún papel. “Esto no implica ninguna misión u operación de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) de la UE”, subrayaba la alta representante de la diplomacia europea, Federica Mogherini.
Y no es de sorprender. La PCSD es un auténtico fiasco. Desde hace ya muchos años, los líderes europeos han reiterado públicamente en Bruselas su compromiso de desempeñar un papel más importante en la seguridad internacional, optimizando unos restringidos presupuestos de defensa uniendo esfuerzos y recursos….