Lo sucedido en las elecciones legislativas de Bélgica y Holanda y en las regionales de Alemania es representativo de la división en la UE. Un norte productivo y austero mira con recelo a un sur débil.
Las elecciones legislativas del 6 de mayo en Reino Unido tuvieron un resultado no por esperado menos anómalo en la tradición política británica. Por primera vez desde 1974 ningún partido alcanzó la mayoría absoluta de escaños en la Cámara de los Comunes. El ascenso del Partido Liberal-Demócrata (LibDem), aunque más limitado de lo previsto (57 escaños), y el relativo aguante del Partido Laborista (258), dejaron a los tories (Partido Conservador) con 306 asientos, a 19 de la mayoría. El líder conservador, David Cameron, fue elegido primer ministro tras haber llegado a un acuerdo de coalición con los LibDem, cuyo jefe, Nick Clegg, pasa a ser viceprimer ministro -un puesto cuyas competencias están por determinar- mientras los tories se reservan las carteras importantes, como Exteriores y Finanzas.
En Alemania, están acostumbrados a los gobiernos de coalición, de hecho solo ha habido dos gobiernos monocolores desde la fundación de la República Federal, aunque hace dos décadas jugaban con tres partidos y ahora con cinco. No obstante, la coalición actual formada por los partidos hermanos Unión Cristiano-demócrata (CDU) y Unión Social-cristiana (CSU) con los liberales está pasando por momentos difíciles. La derrota de la coalición en Renania del Norte-Westfalia en las elecciones regionales del 9 de mayo, tiene como consecuencia la pérdida de la mayoría en el Bundesrat (Cámara Alta), y con ella se evapora la posibilidad de cumplir la promesa electoral -sobre todo de los liberales- de bajar impuestos. Algo que de todas formas la situación actual no permitiría en los próximos dos años.
En Bélgica, la victoria, en las elecciones legislativas del 12 de junio,…