El modelo económico chino está agotado, lo que ha reavivado el debate sobre las formas de propiedad. No se trata de un debate meramente económico, sino sobre el papel del Partido-Estado.
La resolución del tercer pleno del XVIII Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh) considera que “la relación adecuada entre gobierno y mercado es el nudo gordiano de la reforma económica”. Ya en septiembre de 1999, tras un pleno del Comité Central sobre la reforma de la empresa pública, el entonces número uno, Jiang Zemin, afirmó que “del manejo adecuado de la relación entre sector público y sector privado depende el destino del país”. Desde el comienzo de la reforma económica de Deng Xiaoping, en 1978, esta cuestión ha ocasionado acalorados debates.
La China de Mao Zedong, inspirándose en la Unión Soviética de Stalin, basaba su economía en el monopolio de la propiedad estatal de los medios de producción y en la planificación integral. Para evitar la explotación del hombre por el hombre, todos los medios de producción eran de propiedad pública. Esta confería un poder omnímodo al Estado sobre la vida de los ciudadanos, ya que la unidad de producción o la administración facilitaban a sus empleados la vivienda, el colegio de los hijos, la cobertura médica o la jubilación, y el despido (léase el envío al campo para reeducarse) privaba de estos servicios al afectado, destrozando su vida.
Con la reforma económica se suprimió el monopolio de la propiedad pública, apareciendo sectores no estatales. Primero pequeños negocios familiares de restauración, reparaciones o artesanía. Luego, en base a un texto de Karl Marx, se autorizó la empresa individual, que empleaba un máximo de siete trabajadores. Más allá de esta cifra era empresa privada, proscrita en un primer momento…