Como todos los años, el 5 de marzo se abrió en el Palacio del Pueblo de Pekín el pleno anual de la Asamblea Popular Nacional (APN), el Parlamento chino. Ante sus más de 3.000 miembros, el primer ministro, Li Keqiang, leyó su informe, equivalente al “discurso sobre el estado de la nación” en otros países. Repasó lo hecho el último año y fijó los objetivos para 2015, con énfasis en la economía.
En 2014 el PIB de China creció un 7,4 por cien, una décima menos de lo previsto, y para este año se espera un crecimiento en torno al siete. De 1978 a 2011 la media de crecimiento anual fue del 9,9. Entre 2000 y 2011 del 10,7. En 2012 se redujo al 7,8 y en 2013 al 7,5 por cien. Así, la del 2014 ha sido la tasa de crecimiento más baja desde el inicio de la reforma económica en 1978. Pero hay que añadir que ya el vigente XII Plan Quinquenal (2011-16) preveía una tasa media de crecimiento del siete por cien. Es decir, no se consiguió reducir el crecimiento tanto como se deseaba.
Los dirigentes chinos sabían perfectamente que el crecimiento de dos dígitos no iba a durar, y ya el equipo dirigente anterior (Hu Jintao y Wen Jiabao) acuñó el “concepto científico del desarrollo”: menor atención a la cifra de crecimiento en aras de su calidad (menor coste medioambiental, más equitativa distribución de la renta entre regiones y grupos sociales, menos corrupción, etcétera) y sostenibilidad. La “nueva norma” del siete por cien se ha fijado, dijo Li, “teniendo en cuenta lo que es deseable y lo que es posible” y “se espera mantenerla por un tiempo relativamente largo”.
Larry Summers, exsecretario del Tesoro de Estados Unidos, estima que el crecimiento de China se reducirá al…