Este año por primera vez la inversión extranjera directa (IED) que salga de China será superior a la que reciba. En junio el primer ministro, Li Keqiang, fue recibido en Londres a bombo y platillo, incluida una entrevista con la reina Isabel II, normalmente reservada para los jefes de Estado. El premier británico, David Cameron, no sacó el espinoso asuntos de los derechos humanos, subraya la prensa británica, y seguro que dio garantías (aunque estas cosas no se hacen públicas) de que no volverá a reunirse con el Dalai Lama, como hizo en 2012.
Reino Unido es uno de los países de Europa que más claramente ha percibido cómo el mundo ha cambiado: en 2011 aumentó sus efectivos diplomáticos en China, de golpe, en 50 personas. Ahora la City quiere convertirse en el principal centro europeo para la captación de IED china y para las operaciones en yuanes. China está interesada en construir en Reino Unido infraestructuras (trenes de alta velocidad, telecomunicaciones) y centrales nucleares, con financiación del China Development Bank, que dispone de activos de un billón de dólares; sí, un billón, ha leído usted bien.
Desde el inicio de la reforma económica, a finales de 1978, China empezó a recibir crecientes cifras de IED. Hasta su ingreso en la Organización Mundial del Comercio en diciembre de 2001, cerca del 60 por cien del total procedía de Hong Kong (reincorporado a la soberanía china en 1997, pero fiscalmente territorio separado) y un ocho por cien de Taiwán. No se conoce con exactitud la cifra de IED que llega a China, porque entre un 20 y un 30 por cien de la procedente de Hong Kong es en realidad “capital de ida y vuelta” chino, que se beneficia del régimen favorable de que disfrutan las inversiones extranjeras. La cifra anual…