POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 120

Carta de América: Miopía en Oriente Próximo

Jaime Ojeda
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A finales del verano el presidente George W. Bush estuvo conferenciando con su mentor político, el vicepresidente Dick Cheney, y su íntima colaboradora, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, sobre la manera de aprovechar el último año de su mandato presidencial. Pese al aparente fracaso de su política en prácticamente todos los frentes, Bush sigue convencido de que, al igual que el presidente Truman, la historia reivindicará la certeza de su “visión”. Pero como a estas alturas es evidente que en ese plazo no podrán terminar ni la intervención militar en Irak ni la democratización de Oriente Próximo ni la “guerra global contra el terrorismo”, se han propuesto “encarrilar” la política exterior de Estados Unidos de tal manera que ninguno de sus sucesores, sea demócrata o republicano, pueda cambiarla.

Septiembre fue decisivo para esa orientación en Irak. El informe del general David Petraeus y del embajador Ryan Crocker al Congreso no fue ninguna sorpresa: su contenido había sido anticipado por numerosas declaraciones y entrevistas, amén del sensacional viaje del presidente a la provincia “pacificada” de Anbar unos días antes. Llovía sobre mojado, pues poco a poco los demócratas se han dado cuenta, por fin, de que EE UU se ha comprometido de tal manera en Irak que no es posible la deseada retirada inmediata de sus tropas. El general Petraeus se manifestó con un candor y una sinceridad sin precedentes para este gobierno, y acabó así por cimentar esa impresión en el mundo político americano. Mucho más grave fue la presentación del embajador Crocker, cuyo pesimismo sobre las opciones posibles ha pasado desapercibido.

El resultado no ha sido demasiado prometedor: se ha aplazado la decisión a julio de 2008. Quedamos por tanto a la espera del resultado real del “surgimiento” preconizado por el general, más efectivo en las provincias suníes…

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