El conservadurismo obcecado de los republicanos, más moderado entre demócratas, hace encallar el proceso legislador en EE UU, mientras los desafíos internos y externos se acumulan.
Poco espera el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, del Congreso antes de las vacaciones estivales. Los republicanos continúan su obcecada oposición a cuanto sugieran los demócratas. En realidad no pueden remediarlo: están dominados por una mayoría de “partidarios del té”, que seguros en sus distritos electorales después de los cambios introducidos tras el censo de 2010, en cuyas primarias predominan los elementos más radicales del partido, considerarían una traición cualquier compromiso con la mitad más moderada de los republicanos.
Esta situación se prolongará hasta las elecciones legislativas de 2014, como el presidente ha declarado en varias ocasiones. La mayoría en la Cámara de Representantes y el veto que les proporciona el filibusterismo en el Senado permitirá a los republicanos continuar indefinidamente esta táctica con la esperanza de imponer, por un lado, los drásticos recortes presupuestarios que predican, en especial contra la Seguridad Social, la protección del medio ambiente y el control del mundo financiero, y, por otro, quizá ganar también las elecciones presidenciales de 2016…