La Ley de Control Presupuestario ha puesto de nuevo a prueba la capacidad de demócratas y republicanos de defender hasta las últimas consecuencias sus diferentes visiones en política económica.

Barack Obama ha conseguido la relección con una considerable mayoría electoral, cuando muchos temían su fracaso y otros pensaban que ganaría por una tenue ventaja. Ha sido un éxito de su campaña electoral, centrada en la movilización de las bases del Partido Demócrata, y un fracaso de los comités de acción política de los republicanos. Las astronómicas sumas de dinero que han empleado en propaganda mediática, frecuentemente muy negativa, se han visto neutralizadas por las intensísimas comunicaciones del electorado a través de Twitter y Facebook: la propaganda mediática siempre iba detrás de las decisiones del electorado mediante estos intercambios masivos de la opinión pública.

Las elecciones han sido catárticas: han desnudado a los republicanos de sus oropeles retóricos. Ya no suenan los epítetos con que regalaban a Obama: “no americano”, “criptomusulmán”, “vendepatrias”, “socialista” etcétera. Pero si el presidente puede iniciar su segundo mandato con la confianza que le ha dado el respaldo de la mayoría electoral a su programa político, se enfrenta, sin embargo, a un Congreso que no ha cambiado apenas de signo político…