Mientras una oleada de conservadurismo populista se extiende por Estados Unidos, a los ciudadanos les preocupa por encima de todo salir de la crisis económica y reducir el paro.
Los partidos no han esperado a la vuelta del verano para iniciar la campaña para las elecciones presidenciales del 6 de noviembre. Ha comenzado, además, de manera inusitadamente acre. Sin embargo, la virulencia de los ataques entre demócratas y republicanos contrasta con la apatía de la nación, preocupada primordialmente por la crisis económica, y muy especialmente por el paro, que en el caso de la juventud llega ya a más del 15 por cien.
Ni Mitt Romney ni Barack Obama despiertan el entusiasmo que exige un electorado siempre polarizado en dos mitades. Romney denuncia como errores los mayores méritos de Obama, creyendo, quizá, que el simplismo de sus argumentos cala hondo en los prejuicios de la opinión pública. Obama no sabe defender sus méritos, y sus alocuciones son tan académicas que se leen mejor que se oyen, y pese a que denuncia los peores instintos de los republicanos, piensa que su moderación captará mejor a los independientes…