Demócratas y republicanos han tenido siempre una clara división en sus programas económicos, pero nunca con la intensidad y división geográfica que presenta la polarizada campaña de 2012.
La disolución de la Unión Soviética y el fin de la guerra fría han trivializado los términos de la política. En periodos críticos el discurso político se eleva y las disensiones políticas se ciñen a lo que las circunstancias exigen. Liberados de la preocupación por la contención política y militar de la URSS en el mundo entero y el inestable equilibrio de la disuasión nuclear, la política en Estados Unidos ha descendido a una serie de auténticas comedias.
Para empezar, tenemos la comedia del Congreso. Mientras el país se deshace en su crisis económica, mientras Europa y el mundo entero parecen no saber cómo salir de la suya, los partidos en el Congreso, en vez de debatir y consensuar los problemas económicos y fiscales del país, juegan a ver cuál es el más listo en culpar al otro del desastre. El envite es la reducción del déficit y de la deuda nacional: demócratas y republicanos coinciden en su prioridad y ambos quieren reducir drásticamente el presupuesto para ir luego a la amortización de la deuda. Ahora bien, ¿cómo recortar el gasto público?